En el tiempo que sufrí coronavirus (covid-19), la gran mayoría se recuperó por completo en pocas semanas, pero hubo casos en que los síntomas persistieron tras superar la enfermedad. Esto me sucedió a mí, tenía un ligero dolor articular en las manos que me preocupaba.
Busqué, entonces, atención médica en una central integral de atención ambulatoria en Quito, con más de 10 años de experiencia en el mercado ecuatoriano y que durante la enfermedad, los médicos de ese servicio de salud me habían ayudado.
Le expliqué al galeno lo que me ocurría y él, antes de darme un tratamiento farmacológico pidió que me hiciera radiografías de las manos. Me entregó el pedido y en ese mismo momento tomé un turno para la tarde. En caja cancelé el costo.
En la tarde, cuando ingresé a Rayos X, el médico especialista en radiología me indicó que debía colocarme una bata para proceder con las imágenes. Sorprendida le dije que el doctor me había pedido placas de las manos y que para eso no necesitaba cambiarme, que no iba a ponerme ninguna bata. "Mejor revise el pedido", le dije. El médico, un poco molesto, con un papel entre sus manos, alzó la voz y mirándome fijamente a los ojos respondió: “Mire, señora, el especialista ha solicitado placas de sus rodillas, no de sus manos y usted ha cancelado esta mañana las imágenes de las rodillas. Así que póngase rápido la bata, porque tengo otros turnos y no dispongo de mucho tiempo”. En pocos minutos, el examen estaba realizado y ni bien terminó, me despidió rápidamente, indicándome que las radiografías y el informe iban a llegarle directamente al especialista.
Salí totalmente indignada de la central. No podía creer que el médico especialista, que me había atendido en la consulta esa mañana, hubiera solicitado radiografías de mis rodillas. Nada más y nada menos, se había confundido entre “rodillas” y “manos”. Jamás mencioné rodillas. Inconcebible, me dije a mí misma. Al otro día que tenía cita con el especialista, el doctor iba a escucharme, claro que sí. También me oiría el administrador del servicio de salud.
Dos horas más tarde, recibí una llamada de la misma central de salud. Quien se contactaba conmigo me dijo que había tratado de comunicarse telefónicamente, apenas había dejado Rayos X. Me pedía que me acercara nuevamente al servicio de salud, lo más rápido posible para que me tomaran las placas de las manos. Me pedía disculpas una y otra vez, porque había habido una confusión con el pedido. Me armé de paciencia y dejando el enfado de lado, regresé a la central. En Rayos X, una médica radióloga me recibió con mucha amabilidad y, disculpándose, me tomó las radiografías de las manos.
Al día siguiente asistí a la consulta y cuando el médico ingresó a mi historial y miró las placas, se sorprendió mucho porque él no había solicitado las radiografías de mis rodillas, sino de mis manos. Le expliqué con detalle lo que había ocurrido la tarde anterior y la reacción del especialista no se hizo esperar. Hizo varias llamadas y la última, a Rayos X. No les cuento lo que les dijo, ya se imaginarán. Antes de cortar, pidió que enviaran de inmediato las radiografías de mis manos.
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