En el año 2000, se había acordado que el general Luis Aguas, Comandante General del Ejército, apadrinara la Fiesta del Yamor. Para ello debíamos ir a Quito a pedirle al General que aceptara ser el padrino. Así fue cómo todos emprendimos el viaje hacia la capital: la Comisión, el Comité de Fiestas, Marcelo Campos, Cesitar Pavón, la banda de músicos. En fin, muchos otros…
Por Guayllabamba nos cruzamos con el carro del señor alcalde. Él, al vernos nos dijo: “Vayan nomás, estoy un poco cansado. Entre ustedes seguramente habrá alguien que pueda hablar en mi nombre”. ¿Y ahora? -dijimos- ¿Y ahora? Entonces, sin pensarlo dos veces, regresamos a ver a Cesitar Pavón. Él, ante esta petición tácita nos dijo: “Vean, yo estoy preparado; es la conscripción cívica. Aprendan algo: conscripción cívica”.
Llegamos a Quito a la casa del General con la banda y todo el bullicio encima. El General salió a recibirnos con toda su familia. Entonces, Cesitar Pavón se mandó una extensa perorata de vocativos: “Mi General Luis Aguas: gladiador de la patria, héroe de mil batallas, soldado insigne, patricio de los ejércitos…” Así, 10 minutos de un montón de vocativos. Después, se dirigió a la esposa del General: “Señora: esposa del Patricio…” Vinieron más vocativos y luego terminó su intervención con un enérgico: “Gracias”.
Todos nos quedamos sorprendidos, no había dicho nada, ni siquiera mencionó que habíamos ido para pedirle que fuera el padrino de la Fiesta del Yamor. Sin pérdida de tiempo nos volvimos hacia él y le dijimos: “Cesitar, ¿qué pasó?”. Él, muy tranquilo nos dijo: “Nada, nada, hijitos”. ¿Cómo que nada?, volvimos a preguntar. A lo que Cesitar concluyó: “A buen entendedor, pocas palabras”.
De Cesitar Pavón, he aprendido mucho. No puedo dejar de admirar su apego, entrega y amor por nuestra linda ciudad.