Me resulta fácil expresar mis pensamientos de manera verbal, pero no sucede así, cuando tengo que ponerlos por escrito. Pero al tratarse de mis recuerdos de juventud, me siento cómoda escribiendo. Lo difícil, en verdad, se me volvió fácil.
Vivo fuera del Ecuador, pero siempre una parte de mí está en Otavalo, siempre seré una otavaleña. Y estoy muy orgullosa de ello, porque me formé ahí. Ahí están mis raíces.
Vivía con mis padres y mis hermanas en la calle Abdón Calderón, entre Bolívar y Sucre, donde es ahora el local de Sisa, frente a la casa en que residía la familia Echeverría.
Extraño las Fiestas del Yamor, siempre fueron tan especiales, tan famosas…
Nuestros padres, en esos tiempos eran muy formales y correctos, especialmente con las mujeres. La noche del Pregón, mis hermanas Michelle, Tracy y yo les habíamos pedido permiso, porque en ese entonces, siempre debíamos salir con permiso de nuestros progenitores. Teníamos planes para divertirnos sanamente con amigos de Ibarra.
Recuerdo estar todos en grupo: mis hermanas, César Larrea, Patty Echeverría, Lucho Cabezas, los amigos ibarreños, otros más, yo … Estábamos pasando de lo mejor, bailando en el Copacabana, cuando, Lucho me trajo un hervido, para calentarnos supuestamente, porque hacía mucho frío. Yo, en el fondo, sabía que no debía tomar, pero la tentación era fuerte y el poder del diablo me decía: “Toma nomás, solo uno, no te pasará nada”. Al mismo tiempo, escuchaba la voz de mi mami que me decía: “Una señorita no toma, tiene que comportarse bien y dar un buen ejemplo a sus hermanas”.
¿Quién creen que ganó?
La curiosidad fue la ganadora, siempre había escuchado que los hervidos eran deliciosos. Así que tomé con gusto el hervido, con los ojos de mis hermanas sobre mí. No fue solo uno, tomé otro más y me sentí feliz, pero al poco tiempo me sobrevino un mareo fatal, por lo que tuvimos que regresar a casa.
En el camino, cantaba a todo pulmón; mis hermanas trataban de que guardara silencio, pero yo no les hacía caso. ¡Estaba tan alegre y me reía de todo! Cuando llegamos a la casa, oh sorpresa, mi mami estaba parada en la puerta. Del susto, se me pasó el mareo y el sermón, ni se imaginan, duró horas y horas. Fui castigada por el resto de las fiestas.