Por Edwin Rivadeneira
Era el año de 1967. Estaba todo listo para que arrancaran las Fiestas del Yamor. Para quienes estábamos al frente de su organización, el entusiasmo era parte de nosotros y sí en los preparativos, el licor era infaltable, en varias de tantas gestiones en las que nos acompañaba el Dr. Germán Cifuentes Navarro, le preguntamos a qué se debía que él nunca se mareaba.
Ah, cholitos, lo que pasa es que yo, antes me pego una pastillita, el nombre es un secreto.
Le pedimos que no nos divulgara el nombre de esa pastillita, pero que nos obsequiara una a cada uno de nosotros.
Efrén Andrade, Vicente Larrea, el autor de esta nota y algún otro amigo, fuimos los felices poseedores de la pastillita que la cuidábamos para la mejor ocasión.
Y vino la noche del Pregón. Horas antes, cada uno había ingerido la susodicha pastillita. Vino la alegría de la noche inicial, los tragos que tan amablemente la gente nos brindaba, los tomábamos con toda confianza. No rechazábamos ninguno, pero…
¡Oh sorpresa! –la chuma vino más rápido que el amanecer.
Al día siguiente, con un chuchaqui terrible, haciendo esfuerzos sobrehumanos pudimos estar en el desarrollo de los números siguientes de la Fiesta. Por ahí asomó el Dr. Cifuentes con una amplia sonrisa para decirnos:
¡Ah, cholitos, les cambié de pastillas!
Leyendas, Tradiciones, Relatos, Anécdotas, Variedades del Ecuador, Ministerio de Educación y Cultura, 2004.
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