Yolada Dávila

 

 

Entre los dones que Dios me concedió, la música destaca como uno de los más preciados. Desde los 8 años, cantaba en programas de la escuela y el colegio, y en los teatros Bolívar y Apolo. Una anécdota graciosa ocurrió durante el Día de la Madre en el teatro Apolo. Como solista, me pidieron cantar junto a otra niña que no tenía muy buen oído. Teníamos preparadas dos canciones: una dedicada a las madres y otra para una posible repetición.

El telón se abrió y comenzamos a cantar. Los músicos iniciaron con la primera canción, pero, nerviosa, empecé a cantar la segunda. El profesor, con rápidos reflejos, cambió la música a la segunda canción, pero en ese momento, yo volví a la primera. Todo se descontroló: el público no podía contener la risa. Mi familia estaba avergonzada y las monjitas que nos habían preparado estaban aún más apenadas. Nos cerraron el telón, pero nosotras seguimos cantando detrás de él, sin darnos cuenta de lo que ocurría a nuestro alrededor.

Al final, la risa del público y el caos del momento quedaron como una anécdota inolvidable de mis primeros pasos en el escenario.

 

 

Tomado del libro de Dorys Rueda
"12 Voces Femeninas de Otavalo", 2024

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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