16 de agosto de 1868

UN VIOLENTO TERREMOTO DESTRUYÓ LA PROVINCIA

 

 

 

 Amauta

 

Las vísperas de la celebración de la Virgen del Tránsito en Imbabura, como todos los años, fue una mezcla de religiosidad y fiesta. Un temblor, el 15, asustó a todos. Hacia la una y media de la mañana del 16, un ruido tremendo fue el anuncio de dos sacudidas de tierra que se sucedieron en segundos. Parecía que la tierra se desgajaba.

Las paredes y los techos de las casas se vivieron al suelo. El polvo que se levantó oscureció el cielo. Lo primero que oímos fueron los ayes de los heridos y cuando pudimos mirar, encontramos seres queridos enterrados, muertos.

Los que sobrevivimos elevamos los ojos al cielo y solo pudimos pedir misericordia, esperando que el castigo divino cese.

 

  

 RUINAS Y RENACIMIENTO

 

El terremoto del Imbabura aterrorizó la comarca la madrugada del domingo 16 de agosto de 1868. Fue un movimiento telúrico de gran magnitud.

Muy por la mañana, ubiqué a don Juan Antonio Ruiz, presidente del Concejo. Con el recorrimos escombros y ruinas. La iglesia de San Luis (desaparecida) que estuvo regentada por los franciscanos hasta 1753, Franciscanos con sus pies descalzos que perfeccionaron de sencillez a un pueblo sencillo y laborioso. Dos escuelitas, una de varones y otra de niñas, igual suerte.

-Esto parece el infierno -me dice-. Pero hay hechos que levantan el ánimo. Mire, el pueblo está reuniéndose. Un grupo va a Monserrate y el otro a Calpaquí. Esa es su voluntad, que el Señor de las Angustias les acompañe.

Se van con el corazón en la mano. Y con voz sonora cantan: “Dios de amores, Santa Eucaristía mira el pueblo de tu corazón”.

 -Yo también, lo más pronto que sea posible convocaré a sesión de Cabildo- me dice don Juan Antonio Ruiz.

¿Qué pasó? Es la ira de Dios. A la fecha de este brutal suceso gobierna el país el Dr. Xavier Espinoza. Su decisión más acertada fue nombrar Jefe Civil y Militar de Imbabura al Dr. Gabriel García Moreno, caballero de mucha credibilidad y rectitud. Y nombró al Dr. Miguel Egas Cabezas, médico de prestigio, para enfrentar a una población saturada de pestes y muertes.

 

Teofanía del paisaje

 

¿Qué pasó en la región? ¿Cómo quedó la provincia? Abatido, agobiado, me propongo recorrer la desolación.

Insuflado de dolor llego a Cuicocha. Imploro a Dios una explicación. Lleno de fe, pero también de teofanías, teñido de lágrimas, en un tiempo sin tiempo, espero el milagro. De pronto una mujer alta, esbelta, con su traje nativo y ojos llorosos, aparece. Era la mama Cotacachi.

¿Qué pasó? ¿Por qué esta reacción cruel del Tayta?, le digo pues en esos momentos creíamos que había erupcionado el Imbabura.

-El Tayta -me dice- tenía acumulada por siglos tanta injusticia y tanta sangre. Fue testigo del espíritu sanguinario de los Incas y de la llegada de los hombres barbados y acerados conquistadores. Por ello explotó. No quedó piedra sobre piedra.

De pronto desapareció diciéndome que iba a reunirse con el Tayta para pedirle que cese su ira y que permita que las gentes de Imbabura renazcan y vuelvan a soñar con días mejores.

Somos parte de un mundo andino con muchas voces, la naturaleza es una polifonía de cantos. Allí habitan las utopías, mitos, ritos, colibríes, garzas, montes, lagos; y se yergue señorial el maíz, cotidianidad entre caciques, ñustas. Diálogos de sueños, dioses y magias.

 

El Colibrí
Publicación del Instituto Otavaleño de Antropología y la Universidad de Otavalo, p.39
 
Portada: https://chaconjessicaortega.blogspot.com/

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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