"Paco" Viniachy
LA ESCAPADA
Un día, mi padre, ya desesperado y sin saber qué hacer conmigo para que estudiara, me dijo: “Mira, jovencito, no has terminado el segundo año y has salido del Colegio Otavalo. No quieres ir ni al Solano ni a ningún otro colegio. Lo mejor es que te hagas cura. Le diré a tu hermano menor que te lleve por un año a Ibarra con los padres capuchinos, a ver si ellos finalmente te cortan los cachos”. Fui y, desde el primer día, llevé sotana, pero eso no impidió que fuera tras las jóvenes de los colegios alrededor de los capuchinos. A los tres meses, ya tenía una enamorada.
Una noche, impulsado por la emoción y el deseo de ver a mi chica, decidí emular una escena clásica de las películas. Había planeado cuidadosamente mi escapada desde el dormitorio del segundo piso del internado de los capuchinos. Con destreza y cuidado, até una sábana a la pata robusta de la cama. Hice varios nudos para asegurarme de que la improvisada cuerda resistiera mi peso. Lentamente, empecé a descender por la sábana, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. Cada centímetro que bajaba, el roce del tejido contra mis manos y la frescura de la noche me mantenían alerta y emocionado. Finalmente, llegué al suelo sin mayores problemas. Como era un buen atleta y tenía excelente estado físico, no me preocupaba cómo subiría. Me dirigí al lugar de encuentro con mi enamorada, donde disfrutamos de un rato juntos, compartiendo risas y promesas bajo la luz de las estrellas.
Pero el tiempo voló y pronto supe que debía regresar antes de que los curas notaran mi ausencia. Con el mismo cuidado y precisión con los que había bajado, comencé a trepar por la sábana que había utilizado como cuerda improvisada. Sin embargo, mientras subía, sentí una repentina tensión en la tela. Mi corazón se aceleró cuando me di cuenta de que los curas me habían descubierto.
En la penumbra de la noche, vi sus siluetas aproximándose con rapidez y determinación. Sus rostros, apenas iluminados por la tenue luz de la luna, mostraban expresiones de sorpresa y enfado. Me reprendieron por mi escapada nocturna y así, de manera abrupta y definitiva, terminó mi relación con los capuchinos.