Voy a hablarles de una valentía que no se mide en gestos heroicos ni en grandes conquistas. No me referiré a esa valentía visible, aquella que se expresa en la fuerza externa o en la capacidad de enfrentar peligros evidentes. Hoy quiero centrarme en una valentía más profunda, menos perceptible, pero igualmente poderosa: la valentía que surge desde nuestro interior. Vivimos en un mundo que valora las máscaras y las apariencias, un mundo que nos empuja a encajar en moldes que no nos pertenecen. En este contexto, ser verdaderamente valientes no solo implica enfrentar lo que está fuera de nosotros, sino también enfrentarnos a nuestra propia esencia, a través de un ejercicio continuo de exploración interna. Por esta razón, reflexionaré sobre la valentía en dos dimensiones clave: como autoconocimiento y como fortaleza emocional.

El mundo actual no deja espacio para la vulnerabilidad. En una sociedad que exalta la fortaleza y la perfección, cualquier signo de debilidad se percibe como un fracaso. Nos empuja a mostrar solo lo que brilla, lo que cumple con los estándares de éxito, mientras nos insta a esconder lo que podría percibirse como imperfecto o vulnerable. Sin embargo, en medio de esta presión, hay una verdad que a menudo evitamos reconocer: para ser realmente auténticos, necesitamos conocernos tal como somos, sin filtros ni máscaras. Este proceso de autoconocimiento es un acto de valentía, un esfuerzo constante y un desafío que puede no alcanzarse por completo. A veces no lograremos conocernos en su totalidad, pero cada día representa una oportunidad para acercarnos a esa verdad. Solo cuando nos aceptamos en nuestra totalidad, con nuestros errores y limitaciones, podemos empezar a comprender nuestra verdadera fortaleza. Aceptarnos no significa rendirse, sino abrazar la complejidad de nuestra humanidad, reconociendo que el camino hacia la autenticidad es gradual y requiere de valentía para enfrentarse a lo que somos, con todos nuestros matices y contradicciones. Es como el proceso de un pintor que, antes de comenzar a crear, ya ha recorrido un camino de profunda introspección. El artista no se deja llevar por las expectativas externas; su obra surge de un lugar interior, donde sus imperfecciones y su visión se funden en una única expresión. El lienzo, lejos de ser un espacio vacío, se convierte en una extensión de su ser. De manera similar, cuando nos enfrentamos a nuestra fragilidad y vulnerabilidad, dejamos de resistirnos a lo que somos y comenzamos a actuar desde nuestra verdad interior, aunque la incomprensión y el juicio sigan presentes. La valentía de aceptarnos tal como somos, con nuestras imperfecciones, nos da la fuerza para afrontar la presión externa. Y aunque nunca seremos completamente libres de la necesidad de validación ajena, podemos aprender a convivir con ella de una manera más serena y auténtica.

Otro aspecto esencial de la valentía interna es la fortaleza emocional. Esta valentía no se trata de la ausencia de dificultades, adversidades o sufrimiento, sino de la capacidad de enfrentarlos, superarlos y continuar adelante a pesar de su presencia. La fortaleza emocional radica en nuestra habilidad para adaptarnos a las dificultades, aprender de ellas y negarnos a que las adversidades nos definan. Implica aceptar que las caídas son parte de la experiencia humana y reconocer que, incluso en los momentos más oscuros, podemos hallar la fuerza para reconstruirnos y seguir avanzando. Esta valentía no niega nuestra vulnerabilidad, sino que la transforma en un acto de crecimiento y autocomprensión, permitiéndonos seguir evolucionando, sin miedo al error o al juicio, y con la disposición de aprender de cada experiencia. De manera similar al pintor que, al enfrentarse a una obra que no salió como esperaba y no puede ser exhibida, no se deja derrotar por el fracaso. En lugar de rendirse, vuelve a trabajar sobre la misma pieza o decide arriesgarse a crear una nueva. El artista sabe que un solo fracaso no define su habilidad ni su visión; al contrario, usa esa experiencia para seguir creando, aprendiendo y perfeccionando su arte. Esta es la valentía del pintor: la capacidad de persistir y reinventarse. Al igual que el artista, nosotros también podemos aprender a aceptar nuestras caídas emocionales, entendiendo que no nos definen. Cada tropiezo es simplemente una oportunidad para seguir explorando y evolucionando.

En suma, la valentía interna se refleja en nuestra capacidad de abrazar tanto el autoconocimiento como la fortaleza emocional. Estos dos aspectos no son solo elementos pasivos que nos ayudan a enfrentar las dificultades, sino que son fuerzas activas que nos permiten transformarnos continuamente. El autoconocimiento nos permite mirar hacia adentro, reconocer nuestras sombras y luces, y aceptar nuestra vulnerabilidad como una oportunidad para crecer. Por otro lado, la fortaleza emocional nos da el coraje de no rendirnos ante las adversidades, sino de utilizarlas como trampolines para nuestra evolución personal. Como artistas de nuestra vida, cada caída y cada lucha se convierten en momentos decisivos que nos brindan la oportunidad de reconfigurar nuestra esencia, para descubrir nuevas formas de ser y de estar en el mundo.

 

Dorys Rueda, Reflexiones personales, 2025

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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