Adaptación: Dorys Rueda,
Había una vez, en un pequeño pueblo costero llamado Jama, un grupo de pescadores que se despertaban muy temprano para ir al mar. Cada mañana, con linternas en mano, caminaban juntos hacia la playa, contando historias y riendo. Mientras caminaban, siempre cantaban un refrán que los hacía sentir más unidos: "No hay mejor pariente que el amigo presente”. Este canto les recordaba que, aunque la familia estaba lejos, la verdadera compañía la daba el amigo que estaba allí, justo a su lado.
Un día, mientras caminaban por la playa, notaron que alguien se les adelantaba con rapidez. Era un pequeño duende con una gran sonrisa, que siempre ocultaba su rostro detrás de una hoja, como si quisiera esconder su fea cara. Los pescadores intentaban iluminarlo con sus linternas, pero el duende, sin prestarles atención, seguía su camino con paso firme.
Con el tiempo, el duende se convirtió en el compañero inseparable de los pescadores. Juntos recorrían la playa, compartiendo risas y momentos divertidos. Sin embargo, cuando las bicicletas llegaron al pueblo, el duende dejó de aparecer. Los pescadores lo extrañaron profundamente, pero siempre guardaron en su memoria los buenos momentos vividos.
Y así, el duende del mar se convirtió en una leyenda muy especial en Jama. Los niños del pueblo, con los ojos llenos de asombro, escuchaban la historia una y otra vez, imaginando al pequeño duende corriendo entre las olas, guiando a los pescadores y haciendo travesuras que llenaban de magia y alegría cada rincón del lugar.