Hace ce mucho, mucho tiempo, en el pueblito de Baños, había una cueva misteriosa llamada La Cueva de San Francisco. Todos en el pueblo hablaban de ella con cierto temor. Decían que era un lugar mágico, donde ocurrían cosas raras que nadie podía explicar. Los más valientes, cuando se acercaban, sentían cosquillitas en el cuerpo y un poquito de miedo, como si algo especial estuviera pasando. Algunos decían que a veces se escuchaban ruidos extraños, como si el viento susurrara secretos, y que las sombras dentro de la cueva se movían solas. ¡Era un lugar lleno de misterio!
Una noche, Taita Illico, un hombre del pueblo se levantó muy temprano pensando que ya era de día. Decidió ir a trabajar con sus bueyes, pero aún estaba oscuro. Caminó lentamente por el puente y se acercó a la cueva. De repente, los bueyes comenzaron a soplar fuerte, como si se asustaran de algo. Taita Illico se quedó muy confundido, no podía entender qué pasaba. Quiso gritar, pero no podía, como si algo lo hubiera dejado sin voz.
Muy asustado, empezó a rezar, y poco a poco, comenzó a sentirse más tranquilo. Aunque el miedo lo hizo temblar, con mucho valor, entró en la cueva y siguió caminando. Pensó para sí mismo: "Al mal tiempo, buena cara", recordando que, aunque sintiera miedo, siempre era importante ser valiente y pensar en cosas buenas.
Finalmente, cruzó al otro lado y llegó a un lugar donde pudo descansar un poco, aunque todavía temblaba de miedo. Bebió agua en un arroyo, pero pronto comenzó a sentirse muy mal, como si algo extraño y desagradable hubiera tocado su cuerpo. Cuando llegó al pueblo, la gente decía que había sido el "mal aire" de la cueva lo que lo había afectado.
Pronto, los vecinos pensaron en hacer algo para que las personas que entraran en la cueva no se pusieran mal. Decidieron poner la imagen de San Francisco dentro de la cueva, para que él cuidara el lugar y ahuyentara a los espíritus malos. Así, la gente ya no tendría miedo de pasar por allí.
Hoy en día, La Cueva de San Francisco es un lugar tranquilo y hermoso. Las personas la visitan para aprender sobre su historia y ver cómo, con la ayuda de San Francisco, se transformó en un espacio lleno de paz. Lo que antes era un lugar que daba miedo, ahora es un sitio de calma y protección, donde no hay temor, solo serenidad.