Había unos dos niños; el padre era sumamente pobre y salía al bosque porque era leñador. La madrastra, en su afán de librarse de los dos hijos, les llevó con engaños al bosque y los dejó allá perdidos, pero tanto llorar y tanto buscar dieron con el camino y regresaron a la casa.
La madrastra, delante del papá, fingió que les había extrañado mucho y que se alegraba por su retorno; pero, en la noche planeó volverlos a llevar al bosque y dejarlos nuevamente abandonados. En esta vez los niños fueron precavidos y llevaron migajas de pan y fueron regando por el camino para no perderse.
Y sucedió en esta vez que los pájaros se habían comido las migajas y los niños nuevamente quedaron abandonados.
En su afán de buscar la casa, encontraron una casita pequeña en donde moraba una bruja; golpearon la puerta y salió la bruja disfrazada de aldeana y les invitó a pasar a la casa ofreciéndoles dar muchas golosinas.
Los niños entraron a la casa de la bruja, que se encontraba completamente hambrienta, y fue a preparar una paila de agua hirviendo para meterlos allí y preparar un exquisito plato; ella saboreaba ya tan rico plato, y con engaños les decía a los niños que se inclinaran sobre la paila.
Los dos niños, al darse cuenta de las intenciones de la bruja, le rogaron que ella les indicara personalmente cómo debían hacer lo que ella les pedía. La bruja se inclinó en además de enseñarles y éstos, aprovechando que ella estaba agachada, la empujaron y murió de este modo la bruja.
En esto se asomó un hada maravillosa y les dijo que en premio de haber roto el hechizo de la vieja, les obsequiaba un palacio maravilloso en donde vivirían por todo el resto de sus vidas muy felices.
Cuentos Folklóricos del Ecuador