Una ocasión estaba la Cucarachita Mandinga barriendo y se encontró un medio, y muy contenta dijo:
-Con esto me compraré un pan, pero mejor no, se me acaba pronto; me compraré un vestido, ay pero no me alcanza el dinero, mejor me voy a comprar una cinta para hacerme un peinado bonito y buscarme un novio con quien casarme.
Llegó el domingo, se vistió lo mejor que pudo y se hizo un peinado muy lindo con la cinta que compró, y se fue a misa. Al regresar a la casa, en el camino se encontró con el toro, el cual le dijo:
-Cucarachita Mandinga, ¿a dónde caminas tan elegante?
Y ella le contestó:
-Buscando con quien casarme
-¡Cásate conmigo!
-¿Cómo lloráis?
Y el toro le contestó:
-Muuu, muuu, muuu…
-¡Ay no, me he de espantar!
Y siguió caminando hasta que se encontró con el caballo y le preguntó:
-Cucarachita Mandinga, ¿para dónde caminas?
-Buscando con quien casarme, -le contestó.
-¡Cásate conmigo!
--¿Cómo lloráis?
-Iiiiiii, iiiiii,iiiiii…
-¡Ay no, me he de espantar!
Y siguió andando por el camino y se encontró con el burro, el perro, el gato, el gallo; todos le propusieron matrimonio, pero ella no aceptó porque se asustó con sus lloros, a pesar de que todos trataron de llorar lo mejor que podían.
Cuando ya iba a llegar a su casa, la Cucarachita Mandinga, triste de no haber encontrado novio, tropezó con un ratón, quien le preguntó:
-¿Para dónde caminas?
-Buscando con quien casarme.
-¡Cásate conmigo! –le dijo el ratón.
Y ella le preguntó:
-¿Cómo lloráis?
-Yyy, yyy, yyy… -lloró el ratón.
Y al oírle cómo lloraba, la Cucarachita brincó de alegría, diciendo muy contenta:
-¡Contigo sí me caso!
Se hizo el matrimonio, y los dos vivían muy felices, hasta que un día la Cucarachita, que estaba cocinando colada, le dijo al ratoncito que cuidara la olla mientras ella salía a la calle, después de advertirle cien veces que no se acercara mucho a la olla. El ratoncito por probar la comida metió el hocico en la olla y se cayó de cabeza.
Cuando la Cucarachita llegó de la calle, llamó, y lo buscó por toda la casa al ratoncito; lloró todo el día porque no asomaba, hasta que al fin desconsolada, se sentó a comer la colada y grande fue su sorpresa al ver que su esposo estaba en la olla de comida. La pobre Cucarachita Mandinga, llorando, llorando se comió al ratoncito y colorín colorado que el cuento se ha acabado.
Cuentos Folklóricos del Ecuador
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