LOS FANTASMAS EN LAS LEYENDAS ECUATORIANAS

 

 

Dorys Rueda

 

Las historias de encuentros con fantasmas vienen desde la época de la colonia y su diversidad es grande en cada región del país. Por lo general, tienen una apariencia etérea, translúcida y se presentan con la vestimenta de la época en que vivieron.  Aparecen en la noche o en la madrugada en las casas antiguas, carreteras, parajes solitarios y cementerios. 

Hay fantasmas que son perversos y terroríficos. Su propósito es señalar las acciones negativas de quienes les hicieron daño en vida y tomar venganza por un evento trágico que les sucedió. Se dejan ver y anuncian su presencia con lamentos, ruidos y susurros inexplicables que aterrorizan a la gente. 

Pero también hay fantasmas buenos que vuelven a la vida para revivir sus últimos momentos y al hacerlo, interactúan con los humanos. No hacen daño ni buscan aterrorizar a la gente. Uno de estos casos, por ejemplo, es la joven muerta que aparece sola en medio de la carretera que va a Santo Domingo de los Tsáchilas y hace parar a un auto para que la lleve a su casa, aquella donde vivía en el momento en que sufrió el accidente. Otro ejemplo son las tres monjitas que murieron en un percance en la Panamericana Norte. Salen en la noche a la carretera para pedir   al conductor de un bus que les lleve a su hogar, al convento de las Marianitas en la ciudad de Otavalo.  Otro ejemplo sería la mujer que está parada, como escondida, a un lado de cualquier carretera del Ecuador. Cuando ve aproximarse a un vehículo, hace una señal para que se detenga. Entonces, se sube al vehículo, saludando al chofer, y luego se transforma en una forma inmaterial cadavérica. 

Pero también hay fantasmas sin pies ni cabeza que se presentan a los ebrios para darles una lección y hacerles abandonar el vicio. Su presencia es aterradora, surgen de la nada en medio de la noche, vestidos con larga ropa desgastada y antigua. Su rostro es pálido como la muerte y sus ojos hundidos emanan una luz fosforescente que horrorizan. 

Cuando un fantasma divisa a un borrachín que camina en la noche por la carretera o calle de una ciudad, le sigue en silencio con la certeza de que no podrá escapar. 

A medida que se aproxima, el sonido de sus pasos es escalofriante. El ebrio no se da cuenta del peligro y cuando el fantasma finalmente lo alcanza, el aire se vuelve pesado y el hombre no puede respirar. El espectro entonces extiende su mano esquelética y toca su hombro con fuerza. El borrachito gira lentamente con curiosidad y temor y se encuentra con una figura etérea espantosa. Cree entonces que sufre una alucinación por efectos del alcohol. Se frota los ojos con fuerza y cuando deja de hacerlo, la visión tenebrosa sigue allí, frente a él. La piel del rostro del fantasma le cuelga como una bolsa, permitiéndole ver unos huesos negros y carcomidos. Sus ojos destellan una luz infernal que le quema.  Del susto quiere retroceder, pero no puede, sus piernas no le obedecen. Tampoco puede hablar, peor correr. La borrachera se le pasa al instante. Ahora está sobrio y consciente y su corazón late con una fuerza desmesurada. Jura entonces no volver a probar una gota de alcohol. En ese momento, el fantasma se desvanece entre la penumbra. 

También la presencia de los fantasmas es un mal presagio en algunos lugares, de la sierra ecuatoriana, pues señala una muerte inminente. Por ejemplo, si una forma sombría se presenta en la noche en la casa de un enfermo o en la habitación de un hospital, es señal de que la vida del enfermo se extinguirá pronto. Entonces, la esperanza se desvanece en la familia y solo queda la resignación ante el inevitable destino que se anuncia.

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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