Informante oral:  Camila Jiménez Obregón.

Recopilación: Óscar Ruiz

 

En la provincia de Loja, más específicamente en el cantón Catamayo, vivía una joven que estaba en formación para ser monja. Al cabo de unos años lo consiguió y pronto se la conoció por ser una mujer muy bondadosa y cariñosa con su comunidad, en especial con los niños, con quienes siempre jugaba en sus tiempos libres en los parques. Incluso se le atribuyeron varios milagros; uno de los más importantes fue sanar a una mujer que estaba moribunda, con la piel pálida y seca, a la cual ni los doctores pudieron ayudar. Fue tan grave el asunto que hasta sacerdotes acudieron a tratar el caso, hasta que llegó la monja y, gracias a ello, se le atribuyó el milagro… o así se quiso llamar.

A los pocos días de lo sucedido, la monja enfermó gravemente. Todas las personas de la comunidad se preocuparon por ella y la mantenían en sus plegarias. La enfermedad parecía no tener cura, al punto de que lo único que se esperaba era su fatal fallecimiento.

Y lo que se esperaba sucedió: la monja falleció tres días después de haber realizado su milagro. Antes de morir, ya lucía un aspecto similar al de un cadáver andante, con la piel pálida y seca. La misma noche de su fallecimiento, muchos afirmaron haber sentido una atmósfera muy pesada cerca de la habitación donde descansaba. Los niños aseguraban que a veces veían una sombra pasar por los parques y, al mismo tiempo, sentían una mirada fría, como si de un muerto se tratase. Esto, por supuesto, los asustaba y pronto dejaron de acercarse a los parques.

La comunidad que un día rezó para que la monja viviera fue la misma que después rezó para ya no ver su sombra merodeando cerca de ellos.

Hasta el día de hoy, las personas que desean pasar sus tardes junto a su familia o sus seres queridos en los parques aseguran que aún sienten la presencia de la monja mirándolos fijamente. No es una simple sensación de ser observados lo que experimentan, sino como si alguien les pidiera ayuda para que su alma sea salvada y pueda, al fin, dejar este mundo terrenal. Incluso en las noches más frías y desoladas, todavía se percibe la atmósfera pesada que atormentó hasta el final a la pobre monja.

Algunos dicen que fue poseída, mientras que otros creen que las malas energías que desprendió aquella mujer nunca pudieron desaparecer de ella. Y si aún sigue su alma en este mundo, se dice que la seguirá atormentando por toda la eternidad.

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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