
En un rincón olvidado del mundo, rodeada de densos bosques y montañas, se encontraba el misterioso pueblo llamado Chaquinales en el Cantón Olmedo Provincia de Loja. Su nombre significaba "lugar de los ecos" y no era casualidad. Los ecos que escuchaban Verónica y Pablo entre las calles desiertas eran susurros de historias antiguas y secretos oscuros.
Se decía que Chaquinales había sido una próspero pueblo en tiempos lejanos, llena de vida y alegría. Sin embargo, todo cambió cuando una extraña neblina comenzó a descender cada noche, traía un frío penetrante y una sensación de inquietud que envolvía a Verónica y Pablo. Aquellos que se aventuraban en salir después del anochecer y que nunca regresaban.
Los ancianos del lugar contaban que era el resultado de un antiguo pacto hecho por los fundadores de la ciudad con seres sobrenaturales que habitaban en el bosque. A cambio de prosperidad, debían ofrecer un sacrificio cada luna llena. Con el tiempo, la codicia y el miedo corrompieron el corazón de Verónica y Pablo, quienes decidieron romper el pacto. Desde entonces, la neblina se convirtió en su carcelera.
Con cada sacrificio fallido, la neblina crecía en poder y comenzó a manifestar formas aterradoras: sombras alargadas que acechaban en las esquinas, rostros distorsionados que aparecían en los espejos y ecos de risas maníacas que resonaban en las paredes. Aquellos que intentaban escapar se perdían en sus propios miedos, atrapados para siempre en el laberinto de la niebla.
Una noche, Verónica y Pablo viajaron a Chaquinales sin conocer su historia. Al caer la noche, decidió explorar las calles vacías. Al principio, todo parecía tranquilo; sin embargo, Verónica y Pablo comenzaron a escuchar los ecos del pasado: gritos desesperados de aquellos que habían sido atrapados. Sin dejarse llevar por el miedo entonces Verónica y Pablo, gritaron al aire: “¡Dejen salir a aquellos que fueron llevados por su codicia!”
La neblina se detuvo por un momento y las sombras retrocedieron. La valentía de Verónica y Pablo viajaron y resonó en los corazones olvidados de los habitantes de Chaquinales. Fue entonces cuando comenzaron a emerger figuras espectrales; eran las almas perdidas que habían sido sacrificadas generaciones, con lágrimas en los ojos, estas almas agradecieron a por recordarles su humanidad y su lucha por liberarse del ciclo de miedo y sacrificio. Juntos, levantaron sus voces en un canto poderoso que atravesó la neblina y rompió el antiguo hechizo.
Desde aquel día, Chaquinales dejó de ser un pueblo maldito; sin embargo, el eco de su historia sigue vivo. Los habitantes aprendieron a respetar la neblina y a contar su leyenda para advertir a otros sobre el poder del miedo y la importancia del sacrificio correcto: no el que duele a otros, sino aquel que nos hace más fuertes juntos.
Así es como Chaquinales se transformó en un lugar donde los ecos ya no son gritos desesperados, sino recordatorios del valor y la unidad frente a la oscuridad.