Fuente oral: María Angelita Rodríguez Hidalgo
Recopilación: Dorys Rueda
Otavalo, 1998

 

 

Hace mucho tiempo, en ese Otavalo antiguo, donde las leyendas se entrelazaban con la vida cotidiana, vivía una mujer de extraordinaria belleza. Detrás de su apariencia angelical y de su voz dulce se escondía un secreto oscuro: había sellado un pacto con el diablo. A cambio de poder volar como un ave y realizar hechizos, la mujer renunció a su humanidad, entregándose por completo a Satanás, a quien llamaba amo y único señor. Con cada noche que pasaba bajo su influjo, su esencia se iba desvaneciendo, transformándose en un ser maligno.

Durante las noches de luna llena, exactamente a las 12, se convertía en una sombra en el cielo de Otavalo, volando sobre los tejados y las calles en busca de algún desafortunado que se cruzara en su camino. No había compasión en su mirada, ni rastros de la dulzura que la caracterizaba durante el día. Y es que, bajo el sol, volvía a su figura encantadora y tomaba el papel de consejera de amores y de “sanadora,” vendiendo hierbas y productos que prometían curaciones milagrosas. A los hombres les ofrecía pociones y “remedios” para atraer a sus amadas, pero en el fondo, lo único que buscaba era dominar sus almas, causando estragos en sus corazones y dejándolos llenos de pena y sufrimiento.

Una noche, un joven desesperado acudió a ella, buscando ayuda porque su novia lo había dejado sin explicación alguna. La bruja lo escuchó pacientemente y, sonriendo con malicia, le entregó un pan fresco y perfumado, diciéndole que debía ofrecérselo a su amada antes de la medianoche, asegurándole que así regresaría a sus brazos. "Este pan sellará tu unión para siempre," le dijo, con un brillo siniestro en los ojos. El joven aceptó el pan y se dirigió a buscar a su novia, pero la búsqueda fue en vano y, resignado, guardó el pan con la esperanza de dárselo al día siguiente.

Cuando el sol comenzó a asomarse, el muchacho, ansioso, fue a revisar el panecillo que había recibido la noche anterior. Al abrir la envoltura, su rostro se tornó de horror: en lugar de pan fresco, encontró una masa podrida, infestada de lombrices y gusanos negros que se retorcían. Comprendió que, si su amada hubiese probado ese pan maldito, habría sucumbido a un destino terrible, envenenada y devorada desde adentro por esas criaturas.

A partir de ese día, el joven se alejó de la bruja y el rumor de sus oscuros poderes y sus intenciones maliciosas se extendió rápidamente por todo Otavalo. Los hombres comenzaron a temerle y evitaban cruzarse con ella, especialmente en noches de luna llena. Desde entonces, se dice que la mujer continúa rondando las calles y los cielos de Otavalo, buscando nuevas víctimas que caigan bajo su hechizo y sufran los estragos de su pacto infernal.

 

 

INFORMANTE

María Angelita Rodríguez Hidalgo

Tumbaco 1925/ Quito 2022

Una mujer que amó entrañablemente a la tierra sarance, desde que contrajo matrimonio con Don Ángel Rueda Encalada y se fue a vivir a Otavalo, en el barrio Punyaro.  Vivió la época de esplendor de la Fuente de Punyaro, donde iba junto con su esposo a distraerse los domingos. Era el lugar donde las vecinas, al caer la tarde, le contaban leyendas que habían escuchado de sus familias y amigos.

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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