Hace mucho tiempo, en ese Otavalo antiguo, donde las leyendas se entrelazaban con la vida cotidiana, vivía una mujer de extraordinaria belleza. Detrás de su apariencia angelical y de su voz dulce se escondía un secreto oscuro: había sellado un pacto con el diablo. A cambio de poder volar como un ave y realizar hechizos, la mujer renunció a su humanidad, entregándose por completo a Satanás, a quien llamaba amo y único señor. Con cada noche que pasaba bajo su influjo, su esencia se iba desvaneciendo, transformándose en un ser maligno.
Durante las noches de luna llena, exactamente a las 12, se convertía en una sombra en el cielo de Otavalo, volando sobre los tejados y las calles en busca de algún desafortunado que se cruzara en su camino. No había compasión en su mirada, ni rastros de la dulzura que la caracterizaba durante el día. Y es que, bajo el sol, volvía a su figura encantadora y tomaba el papel de consejera de amores y de “sanadora,” vendiendo hierbas y productos que prometían curaciones milagrosas. A los hombres les ofrecía pociones y “remedios” para atraer a sus amadas, pero en el fondo, lo único que buscaba era dominar sus almas, causando estragos en sus corazones y dejándolos llenos de pena y sufrimiento.
Una noche, un joven desesperado acudió a ella, buscando ayuda porque su novia lo había dejado sin explicación alguna. La bruja lo escuchó pacientemente y, sonriendo con malicia, le entregó un pan fresco y perfumado, diciéndole que debía ofrecérselo a su amada antes de la medianoche, asegurándole que así regresaría a sus brazos. "Este pan sellará tu unión para siempre," le dijo, con un brillo siniestro en los ojos. El joven aceptó el pan y se dirigió a buscar a su novia, pero la búsqueda fue en vano y, resignado, guardó el pan con la esperanza de dárselo al día siguiente.
Cuando el sol comenzó a asomarse, el muchacho, ansioso, fue a revisar el panecillo que había recibido la noche anterior. Al abrir la envoltura, su rostro se tornó de horror: en lugar de pan fresco, encontró una masa podrida, infestada de lombrices y gusanos negros que se retorcían. Comprendió que, si su amada hubiese probado ese pan maldito, habría sucumbido a un destino terrible, envenenada y devorada desde adentro por esas criaturas.
A partir de ese día, el joven se alejó de la bruja y el rumor de sus oscuros poderes y sus intenciones maliciosas se extendió rápidamente por todo Otavalo. Los hombres comenzaron a temerle y evitaban cruzarse con ella, especialmente en noches de luna llena. Desde entonces, se dice que la mujer continúa rondando las calles y los cielos de Otavalo, buscando nuevas víctimas que caigan bajo su hechizo y sufran los estragos de su pacto infernal.
INFORMANTE
María Angelita Rodríguez Hidalgo
Tumbaco 1925/ Quito 2022
Una mujer que amó entrañablemente a la tierra sarance, desde que contrajo matrimonio con Don Ángel Rueda Encalada y se fue a vivir a Otavalo, en el barrio Punyaro. Vivió la época de esplendor de la Fuente de Punyaro, donde iba junto con su esposo a distraerse los domingos. Era el lugar donde las vecinas, al caer la tarde, le contaban leyendas que habían escuchado de sus familias y amigos.