Mi madre, cuando acudía a la Fuente de Punyaro y platicaba con las vecinas del lugar, escuchaba historias que le provocaban miedo. Voy a contarles uno de esos relatos, que se remonta a ese Otavalo antiguo llamado Sarance.
Varias mujeres otavaleñas, jóvenes y hermosas, pero pecadoras, vendieron su alma al diablo, a cambio de poderes de brujería. El pacto y la firma del acuerdo se llevó a cabo en la quebrada más grande del pueblo, a las 12 de la noche, cuando la oscuridad envolvía el lugar y a lo lejos se escuchaba el ruido del riachuelo.
Después del pacto, las mujeres se convirtieron instantáneamente en brujas. Cada luna llena, a medianoche, volaban sobre el poblado, buscando víctimas que por lo general eran borrachos, infieles y trasnochadores que caminaban por las calles. Cuando se cansaban del vuelo o querían reposar un momento, se dirigían al cementerio donde les esperaba el diablo y les daba instrucciones para captar con mayor brevedad a sus víctimas.
Por eso, las madres aconsejaban a sus hijos que durmieran temprano y evitaran salir de casa en luna llena.
INFORMANTE
María Angelita Rodríguez Hidalgo
Tumbaco 1925/ Quito 2022
Una mujer que amó entrañablemente la tierra sarance, desde que contrajo matrimonio con Don Ángel Rueda Encalada y se fue a vivir a Otavalo, al barrio Punyaro. Vivió la época de esplendor de la Fuente de Punyaro, donde iba junto con su esposo, a distraerse los domingos. Era el lugar donde las vecinas, al caer la tarde, le contaban leyendas, que habían escuchado de sus abuelos, padres y amigos.