Hace muchísimos años, un joven de Intag estudiaba en el Colegio Nacional Otavalo, donde había cursado seis años y estaba a punto de graduarse como bachiller. Para la ceremonia de graduación, su padre le había obsequiado uno de sus trajes, un poco pasado de moda, pero limpio y en buen estado para que luciera bien en ese evento tan especial.
Llegado el día, el muchacho se vistió con el traje nuevo y muy orgulloso se dirigió al colegio a encontrarse con sus compañeros. Estos, apenas lo vieron, empezaron a mofarse de él, diciéndole que llevaba puesto un terno “tipo chagra”.
El joven, totalmente avergonzado, se dio la vuelta y salió del aula de clase. No sabía dónde conseguir otro traje en ese momento y a esas horas. Se le ocurrió ir al cementerio de la ciudad a buscar un terno. De las tumbas más suntuosas, eligió una y con una pala que encontró cerca, cavó hasta extraer el féretro. Entonces, cambió su traje por el del muerto.
Después, volvió al Colegio. Esta vez, con un terno elegante de color negro. Sus compañeros elogiaron ahora su buen gusto y se le aproximaban para admirar su traje. No pasó mucho tiempo, cuando vio con susto cómo las moscas se pegaban en su ropa y no se desprendían de ella, por más que él trataba de alejarlas. Un mal olor se esparció por el lugar, venía del traje robado; los compañeros, entre risas y burlas, empezaron a alejarse de él.
Al otro día, el estudiante decidió devolver la ropa a su verdadero dueño y quedarse con la suya, pasada de moda y fea, pero propia.
Portada: creación Dorys Rueda
INFORMANTE
María Angelita Rodríguez Hidalgo
Tumbaco 1925/ Otavalo 2022
Una mujer que amó entrañablemente la tierra sarance, desde que contrajo matrimonio con Don Ángel Rueda Encalada y se fue a vivir a Otavalo, en el barrio Punyaro. Vivió la época de esplendor de la Fuente de Punyaro, donde iba junto con su esposo, a distraerse los domingos. Era el lugar donde las vecinas, al caer la tarde, le contaban leyendas, que habían escuchado de sus familias y amigos.