Según cuentan nuestros mayores, la cueva era refugio de unos ladrones bien organizados, que vivían en los páramos desolados de Mojanda Cajas y guardaban en ese lugar una fortuna considerable: oro, plata, piedras preciosas y toda clase de objetos robados a los comerciantes que se aventuraban a pasar por allí.
Cuando los delincuentes murieron, se llevaron el secreto.. Nadie pudo localizar la cueva, hasta que un día, el hijo de un comerciante otavaleño desapareció sin dejar rastro. El padre del muchacho estaba desesperado y lo último que sabía es que lo vieron en compañía de un desconocido, camino a Mojanda Cajas.
Alarmado, ordenó rápidamente su búsqueda y junto con dos indígenas, se marchó a Mojanda. Allí, escudriñó el sitio con desesperación. La noche del segundo día, mientras los tres hombres caminaban alumbrados con mecheros, vieron a lo lejos una cueva y allá se dirigieron a refugiarse. Con sigilo, poco a poco, se adentraron en el lugar. De pronto, escucharon unos pasos y para sorpresa de todos, el hijo desaparecido apareció entre la penumbra. Llevaba en sus manos oro, plata y piedras preciosas. Le contó al angustiado progenitor que un amigo le había dejado abandonado en esa cueva y él, al buscar una salida, había encontrado una abertura que lo condujo a un mundo subterráneo, a un lugar donde estaban los objetos más preciados del mundo.
Se dio la vuelta y le dijo al padre que lo siguiera. Cuando este quiso hacerlo, un viento fuerte y sobrenatural, que venía desde el fondo de la cueva, apagó los mecheros. Todo quedó en completa oscuridad y nadie pudo seguir al muchacho. El padre gritó el nombre del hijo, una y otra vez, pero nadie le respondió. Desesperado, decidió esperar hasta el día siguiente, para inspeccionar el lugar. Cuando la claridad llegó, vio que la cueva no tenía más que una entrada y una salida, no existía ningún otro camino que le llevara a ese mundo extraordinario del que le había hablado su hijo. Solo entonces, afligido, se percató que la cueva le había arrebatado a su vástago.
Hasta hoy, la gente afirma que la cueva sí existe, aunque se desconoce su ubicación exacta. Se dice también que la cueva tiene un dueño y ese dueño es el demonio.
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INFORMANTE
Luis Ubidia
Otavalo: 1913-2000
Fue un prestigioso maestro que empezó su carrera docente en 1935, en San Pablo de Lago, en la escuela Cristóbal Colón. Después pasó a la escuela 10 de Agosto de la ciudad de Otavalo, plantel donde había estudiado su educación primaria.
En 1936, viajó a Quito para trabajar en la Anexa del Normal Juan Montalvo. En 1970, después de una ardua y fructífera labor como profesor, se acogió a la jubilación y fue articulista en los medios escritos de la provincia de Imbabura, con un claro enfoque de justicia y rectitud, en los temas de la vida local del cantón Otavalo.
Escribió artículos de investigación científica y notas poéticas. Tiene 28 publicaciones.