En la hermosa cascada de Peguche vivían siete hermanos mariposa, cada uno con colores tan vibrantes que eran la envidia del bosque. Sus alas resplandecían en tonos de rojo corazón, amarillo vivo, azul cielo, lila intenso, naranja fuerte y verde natural. Los habitantes del bosque siempre admiraban su belleza, pues verlos volar juntos era como presenciar un espectáculo de luces naturales.
Un día, mientras jugaban y revoloteaban cerca de la cascada, la mariposa amarilla fue golpeada por una rama que cayó de un árbol. Al caer bruscamente al suelo, se lastimó gravemente, sus alas antes resplandecientes ahora estaban marchitas y frágiles. Al verla en ese estado, sus hermanos la recogieron con ternura y la llevaron a un árbol cercano, rodeándola con su amor y calidez. Las otras mariposas no se separaron de ella, haciendo todo lo posible para reconfortarla.
De pronto, una voz profunda y misteriosa se escuchó a lo lejos, reverberando en todo el bosque. La voz preguntaba a los hermanos si eran capaces de unirse y sacrificarlo todo, incluso sus vidas, por el bienestar del otro. Sin dudarlo, los hermanos mariposa respondieron al unísono con un sí rotundo, un compromiso inquebrantable que reflejaba el lazo indisoluble que los unía.
Entonces, el cielo, que hasta ese momento había estado despejado, se oscureció repentinamente. Una gran tormenta se desató, y la cascada se agitaba con fuerza. Los hermanos mariposa, aunque frágiles ante la furia de la naturaleza, no se separaron. Permanecieron juntos, enfrentando la tormenta con valentía.
Cuando finalmente la tempestad cesó, el bosque quedó sumido en una extraña y silenciosa oscuridad. Un viento fuerte comenzó a soplar y al tocar a los hermanos, los envolvió en un remolino de luz. En ese instante, los hermanos mariposa desaparecieron, como si se hubieran fundido con la esencia misma del aire.
Poco después, cuando la oscuridad comenzó a desvanecerse, el cielo se iluminó con un resplandor mágico: un arcoíris deslumbrante se extendía de horizonte a horizonte, pintando el cielo con los colores de las mariposas que una vez habitaron la cascada. Los habitantes del bosque entendieron entonces que los hermanos mariposa no se habían ido; se habían transformado en el arcoíris, un símbolo eterno de su amor y sacrificio. Desde ese día, cada vez que el arcoíris aparece en la Cascada de Peguche, se dice que los hermanos mariposa siguen allí, recordándonos la fuerza del amor y la unión incondicional.
Informante
María Angelita Rodríguez Hidalgo: Tumbaco 1925/ Quito 2022
Una mujer que amó entrañablemente a la tierra sarance, desde que contrajo matrimonio con Don Ángel Rueda Encalada y se fue a vivir a Otavalo, en el barrio Punyaro. Vivió la época de esplendor de la Fuente de Punyaro, donde iba junto con su esposo a distraerse los domingos. Era el lugar donde las vecinas, al caer la tarde, le contaban las leyendas que habían escuchado de sus familias y amigos.