La Cascada de Peguche: La Diosa del Deseo
Por: Nuria Rengifo
Ley de la intención y del deseo
“En el principio era el deseo, primera semilla de la mente, los sabios habiendo meditado en su corazón, descubrieron por su sabiduría, la conexión entre lo inexistente y lo existente “
Rig veda (Himno de la creación)
Al amanecer, con las primeras luces del alba, Nina kura se despertó y una frase retumbaba en su mente:
“Todos los deseos se convierten en realidad si los cultivamos con la fuerza de nuestro corazón”
No sabía a ciencia cierta si escuchó la frase en algún lado, la leyó en algún libro o era la respuesta que daba a su alma el generoso universo.
Los gorjeos y trinos de los bulliciosos pájaros en el jardín daban a la mañana un toque de alegría maravilloso. Esa dádiva musical del cielo corroboraba el mensaje del alma.
Su cuerpo, como poseído de una fuerza desconocida, inició una danza suave y armónica que fluía fácilmente al ritmo de la música de las aves. Las energías de la mañana se sentían en la casa de una manera plena y entendió que todas eran respuestas dadas por el estado de conciencia nueva que ahora poseía. Más tarde, sus pasos fueron encaminándola fuera de la casa y siguiendo a su intuición, que se desplegaba fuertemente, se dirigió hacia el camino de la montaña. Luego de varios minutos de caminata por el empinado sendero llegó hasta la “cascada de los ninacuros en la noche “: la cristalina Peguche. Se sentó en una de las orillas, al lado de un vado lleno de piedras redondas y se dejó arrullar por el sonido de las aguas al caer. La cascada, diosa del deseo, le fue diciendo la historia de su vida, fruto del dar y contado a través del mito de una diosa- madre:
“Soy una de las hijas de la gran Imbacocha, la diosa del agua, la misma que contrajo nupcias con Imbabura, de esos amores dichosos nací yo: la cascada de Peguche que pude fluir, libre y cantarina, dotando al entorno con los bienes de la abundancia que Imbacocha me había otorgado.
Durante varios siglos, la diosa de la conciencia y potencialidad, mi madre y yo bañamos con tiernos humedales a las playas que se encontraban alrededor y a los pueblos que se habían aposentado en nuestras orillas, los cuales disfrutaban de las abundantes dádivas divinas. Esos pueblos y esas gentes, al pasar de los años, fueron tomando todos los dones sin dar nada a cambio, peor aún, crearon en el agua de Imbacocha podredumbre y contaminación, de tal forma que la diosa- lago se fue haciendo cada vez más pequeña y gris y yo me contaminé. La codicia de los humanos creó también depredación y daño en las tierras bajas del Imbabura, mi padre, haciendo que se produjera una separación grande entre el agua de Imbacocha y la tierra, cada vez más árida de Imbabura que crecía, asfixiando sin querer a su compañera hasta reducirla a su mínima expresión.
Los entretelones del tiempo y de la distancia son los que tejen el destino junto con la conciencia de los seres y su capacidad de creación o destrucción” culminó diciendo Peguche.
La diosa madre estaba separada de su amado que también sufría por la rapacidad de los humanos, pero su hija Peguche tenía la capacidad para crear a nivel de los deseos, porque el pensamiento crea a un nivel del universo y por eso los deseos siempre se cumplen, más tarde o más temprano.
El deseo de Peguche se formó a partir de la fuerza del dar que tiene el amor, que es inconmensurable e infinita y se explica con la creación del mito de la diosa Imbacocha, “quien dejando en el presente todas sus posesiones, podrá en el futuro despertar conciencia en los humanos y podrá recuperarlo todo al final cuando, llegando hasta el fondo más oscuro, esté desnuda y sola, habiéndose jugando todo por amor: el orgullo, la vanidad,, la riqueza material y espiritual, el libre albedrío, la iluminación, la razón, la intuición y hasta la divinidad y en ese momento, cuando ya no tenga nada y esté a punto de dar hasta su propia vida, los seres humanos tomarán conciencia y aprenderán también a dar: humildad, cuidado, limpieza, respeto, reverencia y amor” declaró Peguche en voz alta como invocando al universo con su deseo hecho palabras.
Y es así como en el deseo de Peguche, el amado Imbabura resucitará y regresará a su amada desde las puertas de la eternidad, cargado de todas las posesiones y atributos de la diosa, porque ella lo recuperará todo al abandonarse al amor, haciendo real lo que ilumina la frase de Lao Tsé “todo lo que se hace por amor tiene la bendición del cielo”.
En las noches de verano, Peguche se ilumina con los innumerables reflejos dorados que crean los ninacuros volando en su entorno, obnubilando a las luces de la luna llena. Es así como la cascada del deseo canta la visión de los tiempos venideros, en los que se hará realidad la historia del reencuentro pleno de Imbabura e Imbacocha, entonando los ritmos de ese amor cósmico que se renovará solamente por la capacidad despertada en los humanos de dar en abundancia para recibir centuplicadamente.
Fragmento del Libro Las Diosas del Agua .Recreación de Leyendas de Otavalo, Publicado.
Portada: http://www.otavalo.travel/cascada-de-peguche/