En la comunidad de Ilumán abundan los brujos, unos se dedican a hacer el bien y otros utilizan sus poderes para hacer males. También para enriquecer a ciertos ambiciosos y perversos.
Hace muchos años vivía en Ilumán un brujo muy respetado, era bueno y no recibía dinero a cambio de su trabajo, que consistía por ejemplo en realizar curaciones de diferente origen y naturaleza; o devolver la paz en los hogares cuyos esposos provocaban problemas de diferente índole; o hacer cambiar a un borracho para que abandone el vicio del licor… En sus ritos utilizaba gallinas y cuyes negros. Sabía muchos rezos para invocar a Taita Imbabura, a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen Santísima María. A pesar de tantos trabajos realizados en este sentido, y de muchísimos conjuros que practicaba, este brujo era pobre. Pero él sabía el lugar en el cual se encontraban los tesoros de los Incas, nunca se aprovechó de ellos porque tenía que enfrentarse a SUPAY o Diablo, para rendirle cuentas, como guardián de las riquezas enterradas.
Llegaron más tarde años de sequía. Todos los días ardía y brillaba el sol canicular de seis de la mañana a seis de la tarde, y nunca apareció la nube de esperanza anunciando que habrá lluvia. Nada refrescaba la Tierra, y ésta se arrugó como el rostro de un anciano. Las plantas se secaron y ostentaban su color café amarillento, y los animales murieron.
El buen brujo no sabía qué hacer para ayudar a la gente; sus poderes no servían para nada. Taita Imbabura tenía tapados los oídos, ni Jesucristo ni la Virgen María ayudaban al brujo, ni escuchaban sus súplicas. Desesperado el brujo acudió a SUPAY en una quebrada llamada Zambohuaico, en este lugar estaba oculto un tesoro, luego el brujo procedió a invocar la Diablo durante tres días y tres noches. En la última media noche, se presentó un hombre moreno, alto y vestido de negro, con un sombrero negro que le cubría toda la cara; botas con espuelas y empuñaba un largo acial con su mano izquierda, éste era SUPAY.
El brujo explicó a SUPAY que necesitaba plata para comprar víveres y alimentar a la comunidad. El Diablo sonrió y le respondió que permitía sacar el tesoro siempre y cuando dentro de los tres años siguientes le entregara a su mujer y que nunca más invoque a Jesucristo, a la Virgen María, ni a Taita Imbabura. El brujo aceptó y con el dinero compró los víveres necesarios para alimentar a la comunidad. Más tarde llegaron las lluvias, crecieron las sementaras de maíz y otros granos como la quinua, fréjol, habas, arvejas, etc. Todo volvió a la normalidad.
Pasaron los años y el plazo otorgado por el Diablo se cumplió. El brujo tenía que entregar a su mujer, la cual murió. Se quedó como dormida junto al fogón. El brujo triste y desesperado lloraba amargamente por la pérdida de su compañera; a gritos suplicaba a Taita Imbabura, a Jesucristo y a la Virgen María, ellos escucharon sus ruegos y permitieron la entrada al mundo de los muertos, para sacar de allí a su mujer.
Enviaron al viento Huayra, el cual sopló varios días permitiendo la entrada al país de los muertos; el brujo rescató a su esposa, y trayendo unas cuantas monedas regresaron a Ilumán, vivieron muchos años muy felices. Lo raro que anotamos en esta leyenda, es que el dinero nunca se terminaba, gastaban y gastaban pero nunca se acababa, volvía a la misma cantidad una y otra vez…
Cuentan hasta la fecha, que uno de los descendientes de la pareja del brujo de Ilumán, conserva su pañuelo en el que guarda las mazorcas de maíz.
Leyendas, Tradiciones, Relatos, Anécdotas, Variedades del Ecuador, 2004.
Portada: https://www.oroyfinanzas.com/2009/12/monedas-de-oro-de-inversion-de-22-quilates-y-24-quilates/