Que aquí hay una calle, una casa que le llaman la Tola. Le llaman esta casa grandota, le llaman la Tola, y es en la calle Rocafuerte, ¿no? Y ahí hay un árbol grandote de ciprés. Y así me conversaron. Y que a las señoritas o señoras, así, guapas, que dezque tenían el pelo largo, que apenas pasaban a misa, madrugada, que dezque se aparecía el duende. Y ha sido el duende un hombre chiquito y con sombrero grandote. Y ellas dezque se corrían, y el duende dezque les perseguía, y quería cogerles. Pero como era chiquito, no dezque podía correr rápido. Y ellas, que volaban a la iglesia y conversaban:
-¡Que no vayamos por esa calle porque por ahí pasaba el duende!
Y así mismo, otra señora dezque ha dicho:
¡No, qué va!
Tenía los ojos grandotes, y el pelo así mesmo, suelto, bien grande, y así mesmo es que decía:
-¡Yo no tengo miedo a duendes ni a nada.
Cuando esque ella principia a bajar. Llega a todo el árbol y ¡pum!... se asoma de pornto el duende. Y ella del susto le queda viendo. Dezque era un hombre chiquito, con ojos grandotes, y que se abría los brazos y que no dejaba pasar. Dezque ella había caído desmayada. Se había quedado desmayada.
Laura Hidalgo A. Mariangula y otros aparecidos, Eskeletra Editorial, 2007.