Por: Oliva Cobos

Allá por el año de 1946, en la ciudad de Ibarra, la señora Rosario N. se buscaba el sustento diario lavando ropa en el hospital San Vicente de Paúl.

Un día, la señora Rosario lavó ropa del hospital, la puso a secar  y se retiró a su  humilde hogar para dedicarse a sus labores de la cocina ya que Don Miguel, su esposo, pronto regresaría de su trabajo como jornalero y debía preparar la comida. En estas labores domésticas se ocupó toda la tarde, olvidando recoger la ropa lavada, entrada la noche se apresuró a busca la ropa para entregarla al hospital.

Al llegar al sitio donde había dejado la ropa para que se secara, se quedó atónita -desapareció, no quedaba ni una sola prenda- desesperada y con lágrimas en los ojos regresó donde su esposo, al explicar lo sucedido, salieron juntos en busca de la ropa, como ya era muy tarde, suspendieron la búsqueda hasta el otro día iniciar nuevamente.

No había podido dormir tranquilamente por la preocupación de la ropa perdida, pensando cómo devolver la ropa al hospital, con qué dinero, si muchas veces no tenían ni qué llevarse a la boca. Los primero rayos del sol  comenzaban a aparecer cuando estos esposos ya estaban en la calle averiguando sobre a ropa; caminando y preguntando llegaron hasta el río Tahuando, la señora Rosario alcanzó a divisar en un matorral, un viejo vestido lleno de remiendos y parches sobrepuestos, valiéndose de un palo se propuso bajarlo, sentía que estaba muy pesado. Su esposo Don Miguel, en tono de enojo le manifestó que dejara de hacer eso  ya que perdía el tiempo y el vestido se veía muy maltratado y sucio, no valía arriesgarse por algo sin ningún valor. En ese instante cayó la prenda del matorral, cuál sería su sorpresa que al caer el vestido, de uno de los parches sobresalía un fajo de billetes, al abrir los demás remiendos y parches encontraron una fortuna.

Ya recuperados de su asombro, pensaron en comprar una casa, pues les alcanzaba el dinero y además pagarían el costo de la ropa del hospital y así lo hicieron.

Una tarde celebraban alegremente en una pequeña cantina junto a la Cruz Verde, mientras que su casa se hallaba al otro extremo de la ciudad; de regreso a la misma, comenzó a llover copiosamente, por lo que decidieron escampar en una choza abandonada.

En el interior de la choza encontraron una enorme piedra laja, les pareció tan aparente para azar tortillas que optaron por llevársela a su casa. Al levantar la piedra se quedaron pasmados, debajo había un profundo orificio donde alguien había escondido la ropa robada del hospital.

Con esto, la dicha les sonreía nuevamente, pues lograron recuperar lo perdido cuando ya habían perdido todas las esperanzas, e inclusive ya habían abonado el costo de los mismos.

 Leyendas, Tradiciones, Relatos, Anécdotas, Variedades del Ecuador, Ministerio de Educación y Cultura, 2004.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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