Fuente oral: Ángel Rueda Encalada1.
 Recopilación: Dorys Rueda
 Otavalo, 1992
 
 
Se cuenta que una noche oscura y fría, un joven oriundo de Otavalo esperaba con creciente impaciencia al borde de la carretera. Habían transcurrido ya más de dos horas sin que apareciera un solo vehículo que lo llevara hacia Ibarra, donde debía encontrarse con un familiar para cerrar un negocio al día siguiente. La decisión de quedarse en la cantina bebiendo hasta altas horas le pesaba cada vez más. Los tragos que había ingerido le nublaban los pensamientos y, peor aún, le habían hecho perder el tiempo.

La carretera estaba desierta, envuelta en una oscuridad densa y sobrecogedora. El viento soplaba con fuerza, helando los huesos del joven, mientras el reloj marcaba la medianoche. Recordó en ese instante las advertencias de su madre, palabras que le resonaron en la cabeza como si las estuviera escuchando por primera vez: “A las doce de la noche, el mundo de los vivos y el de los espíritus se unen. No es momento para que un cristiano ande fuera de su hogar y menos si ha bebido. El diablo siempre está al acecho, esperando el momento para llevarse a los imprudentes”.

Por un momento quiso regresar a su casa, diciéndose a sí mismo que la diligencia podía esperar, que tal vez no era el negocio de su vida. Pero, se quedó inmóvil, pegado al suelo. Si regresaba a la casa, su madre le iba a decir de todo, hasta podía echarlo del lugar, porque ya le había advertido que no tomara ni una sola gota. Imposible, se dijo, no valía la pena terminar durmiendo en la puerta de la casa o peor, en la vereda y con el frío que hacía.

De repente, a lo lejos, divisó algo: unas luces que se encendían y apagaban a gran velocidad. Un auto negro se aproximaba rugiendo por la carretera, con las luces parpadeantes y el sonido de la bocina resonando en el aire como si estuviera alertando a todo Otavalo de su llegada. El vehículo era imponente, grande y lujoso, muy diferente de los carros comunes. El sonido de su claxon era tan ensordecedor que casi parecía sacudir la misma tierra. En ese instante, el joven creyó que su suerte había cambiado. “Qué suerte”, se dijo a sí mismo, casi saltando de la emoción, aunque no lo hizo, temiendo que el mareo le hiciera caer.

Apenas pensó en alzar el brazo para hacer señas al conductor, cuando notó que no era necesario. El auto se detuvo justo a su lado, con una precisión escalofriante. La puerta del vehículo comenzó a abrirse lentamente y el joven, con una mezcla de alivio y ansiedad, se preparó para subir. Sin embargo, cuando estaba a punto de hacerlo, sintió una fuerza repentina que lo apartó del auto. Una mujer que había aparecido de la nada lo empujó con tal violencia que el joven cayó pesadamente al suelo. El golpe fue tan fuerte que le despejó por completo la borrachera y en ese instante de claridad, se dio cuenta de que algo extraño acababa de suceder.

Tumbado sobre el asfalto, el joven levantó la vista justo a tiempo para ver cómo el vehículo negro, que un momento antes parecía tan real, comenzaba a desvanecerse en la oscuridad de la noche, como si nunca hubiera estado allí. Con el corazón acelerado y un nudo en el estómago, escuchó una suave y delicada voz susurrar cerca de su oído: "Por la Señora, te salvaste". Esa voz, etérea y angelical, no dejaba lugar a dudas de que una fuerza sobrenatural lo había protegido.

Aterrado y temblando, el joven se levantó lentamente. Se quedó de pie, inmóvil, bajo el cielo nocturno, sintiendo el viento frío en su rostro. Elevó la mirada al firmamento y, con el corazón rebosante de gratitud, comprendió que la Virgen María había intervenido para salvarlo del que, sin duda, era el mismo demonio, que había venido a buscarlo en aquella noche oscura. En silencio, rezó agradecido por haber sido librado de un destino más aterrador de lo que jamás habría podido imaginar. Desde entonces, aquel joven nunca olvidó las advertencias de su madre, ni volvió a subestimar el poder de lo desconocido en las horas más sombrías de la noche.

 

 

 

 Informante

1Ángel Rueda Encalada (Otavalo,1923-2015)

Fue un autodidacta que impulsó la modernización de Otavalo, logrando grandes transformaciones para su ciudad. Entre sus logros se cuentan la automatización de los teléfonos, la construcción del Banco de Fomento, la llegada del Banco del Pichincha, la edificación del Mercado 24 de Mayo, la creación de la Cámara de Comercio, la restauración del templo El Jordán y la reconstrucción del Hospital San Luis. Durante décadas, fue benefactor de las escuelas Gabriela Mistral y José Martí. Además, fundó varias instituciones locales desde las cuales desplegó su labor a favor de la comunidad. Fue presidente de la Sociedad de Trabajadores México y del Club de Tiro, Caza y Pesca. Formó la Cámara de Comercio, trabajó incansablemente para ella y fue nombrado su presidente vitalicio.

 Portada Artículo: http://www.carrosyclasicos.com/historia/967/cadillac_de_1954_a_1956#.VjvLB15Ikqg

Visitas

003892793
Today
Yesterday
This Week
Last Week
This Month
Last Month
All days
1328
2802
18059
3852311
64234
69214
3892793

Your IP: 20.191.45.212
2024-11-23 12:00

Contáctanos

  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

Siguenos en