Dorys Rueda

Dicen que toda leyenda comienza con una voz que se niega a olvidar.

En 2023, mi alumno Steven Suárez me habló de lo que su padre había visto en los altos páramos de Chalupas, en la provincia de Cotopaxi, donde la niebla se mezcla con el aliento del volcán Antisana.


Desde entonces, la historia camina sola, como la bruma que vuelve cada amanecer sobre las montañas.

Entre esas cumbres, cuentan los mayores, la tierra no solo guarda fuego, sino también memoria.


En Chalupas, la naturaleza respira como un ser vivo y, a veces, deja ver su sombra.

Muchos recuerdan que, hace ya varias décadas, un joven forastero llegó con su familia hasta aquel rincón escondido, atraído por los rumores de un río generoso en truchas.

Su padre conocía al dueño de la Hacienda Antisana y había prometido mostrarle los secretos del lugar.

El camino era arduo, casi inaccesible. Tras horas de avanzar entre piedras y lodo, llegaron al Morro, desde donde se divisaba el río que descendía hacia el Oriente.
El sendero se extendía como una serpiente de piedra, rodeado de árboles y del rumor constante del agua viva.

La pesca fue abundante: las truchas brillaban como espejos bajo el sol.

Pero la curiosidad —esa que a veces despierta lo que debe dormir— llevó al joven a internarse más abajo, hacia un río estrecho y sombrío.

El aire se volvió húmedo, el suelo blando, y el bosque, espeso y silencioso.

Entre los árboles halló un hueco desde donde podía lanzar su anzuelo casi agachado.

Frente a él, el río formaba una curva extraña.

El agua, tan quieta, parecía contener un secreto.

Lanzó la línea una y otra vez, hasta que cayó justo en el punto deseado.
Entonces ocurrió lo inesperado.

Apenas el anzuelo tocó el agua, algo se movió al otro lado del río.

Levantó la vista y vio una figura inmensa, de casi dos metros, con la espalda ancha y los brazos largos, cubiertos por un pelaje oscuro y espeso, similar al de un borrego.

Su andar era torpe y humano al mismo tiempo.

Cuando la criatura notó su presencia, huyó entre los árboles, abriendo paso con fuerza descomunal.

Solo quedó un olor fuerte y desagradable flotando en el aire.

El silencio fue total.

El joven regresó al campamento, pálido y sin palabras.

Contó lo ocurrido, pero nadie le creyó.

Años más tarde, otro hombre —Alex Villacís, de Píllaro— aseguró haber visto la misma figura: una bestia gigantesca, de pelaje oscuro y pasos pesados.

Desde entonces, los lugareños dicen que el espíritu del bosque —un guardián antiguo de la montaña— se aparece donde el río se curva en silencio.

Algunos lo llaman el habitante de Chalupas; otros, simplemente, la sombra del volcán.

Y así, la historia quedó como advertencia:

la naturaleza guarda secretos que no siempre estamos preparados para comprender.

Aventurarse demasiado lejos puede despertar lo que duerme.

Porque no todo lo que respira en el bosque pertenece al mundo de los hombres.

Visitas

005210126
Today
Yesterday
This Week
Last Week
This Month
Last Month
All days
1365
5714
30931
5142949
35954
152509
5210126

Your IP: 57.141.4.75
2025-11-08 05:50

Contáctanos

  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

Siguenos en