Paola Jami, María José Santana
Informante oral: Luis Arturo Jami Jami
Recopilación: Dorys Rueda
Enero,2018
Mi nombre es Arturo Jami. Soy de Latacunga, del barrio "Cuicuno".
Soy músico y hoy les contaré una historia que me impactó sobre manera, cuando regresábamos de una presentación musical con uno de mis amigos.
Nos habíamos quedado bebiendo un rato en una de las cantinas del pueblo, hasta cerca de las 11:30 de la noche. Pasamos un momento agradable, pero cuando dieron las 12 campanadas, decidimos salir del lugar para ir a nuestras casas.
No caminamos mucho, cuando vimos cómo una mujer, a unos 10 metros de distancia, se plantaba frente a nosotros. Era alta, llevaba un vestido blanco y no se dejaba mirar el rostro.
Habíamos decidido quedarnos un rato bebiendo, en una de las cantinas del pueblo, antes de las 11:30 de la noche. Bebimos y pasamos un momento agradable, cuando dieron las 12 campanadas. En ese momento, decidimos salir del lugar, para ir a nuestras casas. No pasó mucho tiempo, cuando vimos cómo una mujer, a unos 10 metros de distancia, se plantaba frente a nosotros. Era alta, llevaba un vestido blanco y no se dejaba mirar el rostro.
Mi amigo y yo nos quedamos perplejos. Mi compañero, hablando entrecortadamente, me dijo que la mujer parada frente a nosotros le daba mucho miedo. En ese momento, la dama alzó el rostro para que viéramos su cara. No puedo decirles cuán horrorizados nos quedamos, pues no tenía rostro. Entonces, bajó nuevamente la cabeza y en segundos, volvió a alzarla. Ahora sí tenía cara: ¡era una calavera!
Mi compañero me dijo: "¿Viste lo que yo vi?" Él pensaba que lo que habíamos visto era fruto de nuestra imaginación por efectos del alcohol. Yo le contesté con otra pregunta: "¿Qué viste?" Él me respondió: "A una mujer alta, con vestido blanco y rostro de calavera".
Seguros que los dos habíamos visto al mismo diablo, salimos corriendo. Al pasar por el lado del cementerio de Cuicuno, escuchamos gritos espeluznantes que venían desde el interior del camposanto. ¡A esa hora nadie podía estar en el cementerio! Al día siguiente, nos enteramos de que un hombre del pueblo había muerto.
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