Fuente oral: Profesora Alicia Jiménez
Recopilación: Dorys Rueda
Octubre, 2020


 

Hace muchos años, cuando San Gabriel era un pueblito pequeño, de calles tortuosas y casitas de paja, sus pobladores eran gente buena, trabajadora, honrada y solidaria. Como no disponían de servicio eléctrico, al llegar la noche, cerraban las puertas de su vivienda temprano y a la luz de las velas de cebo o lámparas de kerosene, se reunía la familia alrededor de la "tullpa" en alegre tertulia, donde se cantaba, se comentaban los sucesos del día y no faltaban los cuentos de aparecidos, duendes y anécdotas, hasta la llegada del sueño.

Como buenos vecinos, se apoyaban en tareas agrícolas, como el mejoramiento de los solares, con las famosas mingas que abrieron las puertas del progreso. Alegres, celebraban sus fiestas donde no faltaban las corridas de toros populares, con ganado prestado por los dueños de las haciendas aledañas. Las autoridades se proveían de aguardiente que era donado y brindado a los asistentes, encendiendo el valor de los jóvenes y aficionados que se lanzaban al ruedo. La banda del pueblo ponía la nota alegre y a veces delirante de quienes, desde las barreras improvisadas, gozaban del espectáculo. No faltaban las colchas con que adornaban el lomo del animal y eran el galardón para los improvisados toreros; tampoco, las empanadas, los hervidos y otros bocadillos, como el ponche y los helados de hielo.

Se cuenta que las mejores corridas se dieron con el ganado prestado por la Familia Fernández Salvador de la hacienda “El Vínculo”, con la vaca “Satírica”, famosa por su bravura.  De ella nació un ternerito negro, alegre e incansable en su deseo de mamar y por eso se le llamó “Mamón". Tanto llegó a impresionar a sus dueños el animalito, que le dejaron crecer “suelto” junto a su madre. Conforme crecía, más se alejaba de ella y por las tardes recorría la hacienda, pero sus andanzas lo llevaban hasta San Gabriel que estaba a poca distancia. Desde entonces, todas las tardes al caer el sol, el Toro Mamón se dirigía a San Gabriel y en las noches recorría sus calles, retornando luego a su establo.

Los habitantes de este poblado se habían acostumbrado a su presencia y. es más, se sentían seguros. Pero, ojo, nadie se atrevía a salir de su casa después de la puesta del sol y pobre de aquel borrachito que se lo encontraba en su camino, porque era duramente “trompeado” y tenía material para narrar su aventura después de los días de su curación.

 

 

Portada: https://www.hisop.cat/es/animales/5618-ternero-negro-13880-4055744029530.html

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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