En el caserío de Pisquer había una familia en la que el padre era borracho y todos los días salía a Mira a la cantina y regresaba a altas horas de la noche completamente borracho a maltratar a su esposa ya sus pequeños hijos.
Una de tantas noches en que regresaba a caballo a su casa, en el sector de la Quebrada Honda se encontró a la vera del camino con un bulto en el que se hallaba envuelto en pañales. Era un pequeño y hermoso niño que lloraba sin consuelo, entonces lo tomó en brazos y lo subió al caballo para llevarlo a su casa, en ese momento el niño calló su llanto.
Después de recorrer un buen trecho, el niño se transformó en un ser horrible, con los ojos rojos y vidriosos y en su boca dos colmillos gigantes, tomó de la solapa al borrachito y le dijo: “véame, dentesh gandesh tengo”, “véame , cola lalga tengo ”. En ese momento cantó el gallo, terminó el encanto. El ser sobrenatural conmigo habló: “Agradece que haya cantado ese maldito gallo, porque de lo contrario te llevaba a la quinta paila”, en referencia al infierno; con el mayor susto el hombre arrojó al bulto por los aires, este al caer al suelo reventó, y se sintió en el ambiente un fuerte olor a azufre.
Al maltratador se le quitó la chuma e hizo una promesa que ya no tomará más y trataría mejor a su familia.
El guagua auca, es un niño que no fue bautizado y que por eso no fue enterrado en ningún cementerio, sino en unos matorrales, o lo arrojaban a una acequia sus padres desnaturalizados. Entonces se aparece entre las doce de la noche y las tres de la mañana, hora en que termina el encanto con el primer canto del gallo, porque su alma no puede descansar. Pero tranquilo, solo espanta a los borrachines que maltratan a sus propios niños.
Memorias de Mira, Leyendas, Fiestas, Canciones, Juegos, Refranes, Adivinanzas, Decires , 2008.