Contaban los mayores que como aquí, que como era abierto todo esto, para la seguridad hacían las zanjas, con la herramienta que en ese tiempo hacen de madera, el de botar que llamaban paleta con eso trabajaban y aseguraban, y había un zanjero que, de fama pues, que era zanjero, entonces él se comprometía, así conforme se comprometió hacer una zanja grande y que ya cansado dijo: “carajo no hay ni quien lo ayude aquí, que se aparezca el diablo siquiera que me ayude”. Siguió trabajando y al medio día desque le rindió hartísimo, lo que en otros días hace poquito, ese día le rindió hartísimo pis ¿no?, cuando a medio día desque se le aparece una mesa como decimos ahora, un banquete que se le apareció que coma y el vio y dijo: ¿Como esto?, esto no traje yo”, cuando ya se desapareció lo que le apareció allí. Siguió trabajando, siguió rindiéndole lo que es hartísimo, por la tarde de nuevo –porque antes acostumbraban a dar de comer en el trabajo de mañana y de tarde- que se le apareció la misma mesa con manjar, pero exquisito, cosa buena, que le daba ganas de comer pero como vio que se le apareció, él tenía recelo pis, se fue. El quedó cansando, se fue a dormir, cuando por la noche dice que se fue a dormir, cuando por la noche dice que llegó, llegó una tentación, le dijo:
-Mal agradecido- que le dijo- cuánto te ayudé a trabajar, lo que nunca hacías, ahora puedes hacer esto, yo te ayudé a trabajar, te brindaba lo que tenía, pero no fuiste digno de comer lo que yo te daba, ahora anda trabaja vos solo a ver si te rinde.
Patricio Ortiz, Luis Vásquez, Tradición oral del cantón Tulcán. Gobierno Municipal del Cantón Tulcán.
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