Las leyendas para niños son especialmente atractivas por su combinación de fantasía y valores educativos. Están llenas de personajes mágicos como brujas y duendes que despiertan la imaginación infantil, permitiendo que los pequeños se sumerjan en mundos donde lo imposible se convierte en realidad. A través de estos relatos, los niños también conocen la cultura y las tradiciones ecuatorianas, lo que refuerza su sentido de pertenencia y orgullo por su herencia.

Otro aspecto que hace tan cautivadoras a estas leyendas es que los protagonistas suelen ser niños o jóvenes con los que los lectores pueden identificarse fácilmente. A medida que estos personajes enfrentan desafíos, las historias destacan valores esenciales como la honestidad, la valentía y el trabajo en equipo, lo que refuerza la formación ética de los niños. El misterio y el suspenso que envuelven las leyendas mantienen a los pequeños enganchados, añadiendo emoción y aventura a cada relato. Sin embargo, estas emociones no solo entretienen, sino que también refuerzan las lecciones que aprenden, dejando una huella profunda sin necesidad de recurrir al miedo excesivo.

A continuación, les presento una adaptación de una de mis leyendas de Otavalo,  que publicó recientemente el Diario El Norte. Es una historia llena de misterio, suspenso, con un final emotivo que no dejará indiferente a nadie.

 

LA BRUJA DEL RÍO EL TEJAR

 

Fuente Oral:  Luis Ubidia 
Recopilación y adaptación:  Dorys Rueda
Otavalo, 1985

 

Hace mucho, mucho tiempo, en la mágica ciudad de Otavalo, vivían dos hermanos llamados Iván y Gonzalo. Todas las tardes, después de salir de la escuela, disfrutaban de un paseo hacia el puente El Tejar antes de regresar a su hogar en el pintoresco barrio de "La Joya", donde vivían junto a sus cariñosos padres.

Una tarde, mientras caminaban hacia el puente, Iván recordó una inquietante historia que su abuelo, don Ángel María Rueda Encalada, les había contado la semana anterior.

-Gonzalo, ¿te acuerdas de la leyenda de la bruja que nos contó el abuelito? -preguntó Iván con una sonrisa traviesa.

-No, Iván -respondió Gonzalo, frunciendo el ceño-. Estaba tan cansado que me quedé dormido antes de que terminara la historia.

Iván, con los ojos llenos de emoción, se acercó a su hermano y comenzó a narrar en tono misterioso:

-Dicen que hace más de cien años, el río El Tejar era un lugar temido por todos. Sus aguas rugían como un león furioso y el sonido se escuchaba desde lejos. La gente contaba que cualquiera que cayera en esas aguas turbulentas nunca volvía a salir. Pero lo peor ocurría de noche, cuando el río susurraba y lanzaba gritos que hacían temblar hasta a los más valientes.

Los ojos de Gonzalo se abrieron de par en par, mientras una mezcla de curiosidad y temor lo recorría por completo.

-Lo más aterrador -continuó Iván en voz baja- era la aparición de una bruja en el puente, justo a la medianoche. Era hermosa, con un cabello negro como la oscuridad y sus ojos brillaban como estrellas. Llevaba un largo vestido que flotaba como si fuera humo y su risa retumbaba por todo Otavalo, llenando el aire de terror.

Gonzalo, ahora asustado, miró hacia el río, temiendo ver a la bruja surgir en cualquier momento. Un escalofrío recorrió su espalda mientras se aferraba más fuerte a la baranda del puente.

-La bruja solía aparecerse a los hombres borrachos o a los bandidos que cruzaban el puente de noche -prosiguió Iván, disfrutando del efecto de su relato-. Cuentan que cuando un borracho tambaleante cruzaba el puente, la bruja se le presentaba, rodeada de llamas que iluminaban la oscuridad. Los hombres huían despavoridos, pero algunos tropezaban y caían al río, donde la risa de la bruja se escuchaba por última vez, señal de que habían encontrado su destino. 

Gonzalo tragó saliva con dificultad, mientras sus ojos se abrían de par en par.

-¿Tú crees que esa historia es cierta? -preguntó, con voz temblorosa.

-No lo sé -respondió Iván-, pero mejor no quedarnos a averiguarlo. Vámonos antes de que se haga tarde.

Sin pensarlo dos veces, los dos hermanos cruzaron rápidamente el puente y regresaron a su casa en "La Joya". Al llegar, encontraron a sus abuelos sentados en el patio, disfrutando de una taza de café.

-¿Por qué se tardaron tanto, muchachos? -preguntó don Ángel María, sonriendo con curiosidad.

-Nos quedamos en el puente, recordando la historia de la bruja -explicó Iván.

El abuelo soltó una pequeña carcajada y les dijo:

-Ah, la terrible bruja... tal vez solo sea una leyenda, pero es mejor no arriesgarse. Ahora están a salvo, así que lávense las manos para almorzar.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Iván le susurró a su hermano:

-No importa si la bruja es real o no; siempre estaremos bien mientras estemos juntos.

Gonzalo sonrió y asintió. Poco después, ambos se quedaron dormidos.

Y así, bajo la luz de la luna llena, el río El Tejar continuó su curso, mientras los dos hermanos descansaban en paz, sabiendo que la verdadera magia estaba en los lazos que los mantenían fuertes y protegidos ante cualquier temor.

 

 Artículo publicado por la revista Mundo Visión Magazine.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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