Fuente: Eladio Vera
Cantón: Flavio Alfaro
 
 


 
 
Hace muchos años, allá en el campo manabita había una alegre y divertida pareja de campesinos; cierta ocasión, doña Clara Luz como ella se llamaba, a sabiendas de lo celoso que era don Tácito Verísimo su esposo, se vistió como si fuera a una fiesta y arregló su casa para esperar a su marido.
 
Cuando llega don Tácito, ve que su casa está bien arreglada, con las sillas de tijeras relucientes; en la mesa de comedor puesto un mantel de bramante bordado, de aquellos que se usaban en esos días, que solo se colocaban una vez al año, para que no se dañe.
 
Don Tácito al ver su casa como para fiesta echó un berrinche que en toda la tablada se escuchó; y, todavía no había visto lo bien arreglada que estaba su mujer doña Clara Luz.
 
Tácito se enojaba más y más, estaba como "nigua madura" que, si alguien lo tocaba, reventaba.
 
En eso del cuarto sale su joven y agraciada mujercita, doña Clara Luz; viendo a su marido todo enojado, se le acerca en forma cariñosa y su esposo le dice: "¿A quién esperas, carajo?", "por qué la casa y tú están bien arregladas?", "¿Dónde está tu amante?".
 
La pobre se fue llorando a su cuarto con la cara embarrada por la pintura que tenía puesta. La sorpresa que le había querido dar a su esposo no dio resultado, sino que alborotó los celos.
 
Esperó que le pase la rabieta a su marido, pero él seguía gritando, ¿quién ha estado aquí carajo? ¿Contesta mujer?; pateaba al perro, al gato, y a los bototos llenos de agua que habían en un rincón de la casa, hasta las tusas que servían de tapones se salían de los bototos; aventuraba las polainas por el aire. Así era la vida de este par de turrengas.
 
Cuando llegaba y veía a su mujer toda sucia y su casa desarreglada, porque Clara Luz de coraje, ni ella ni su casa la arreglaba, también la retaba y le decía: ¡Carajo mierda! ¿Hoy nadie te vino a visitar? ¿Hoy no vino tu amante?, renegaba tanto, que hasta el perro y el gato se largaban de la casa porque ya lo conocían; el perro se iba a reposar atrás de un árbol de aguacate y el gato arriba del tumbado. Doña Clara Luz no sabía qué hacer.
 
Cierto día llegó don Tácito a renegar como era su costumbre; Clara Luz, cogiendo un gran bejuco en su mano y en la otra el soto, se le paró decidida detrás del fogón y se le enfrentó a su marido diciéndole: "Hasta hoy te aguanto tus celos tontos; te vas tú o me voy yo, pero ya no aguanto más tus celos; si no cambias aquí termina todo". Fue el último día que Tácito le jodió la vida a su mujer; a partir de ese día, llegaba calladito como "cucaracha en pico de gallina"; viera como viera su casa y a su mujer, este ya no decía nada.
 
Cierta ocasión los esposos se pusieron a conversar y él le conversó el porqué era celoso.
 
Le habían contado un cuento que lo había impresionado.
 
Dicen que había una vez una mujer que a su esposo lo engañaba con un peón que trabajaba para él; cuando sabía que su patrón salía, se metía al cuarto a verse con su mujer. Así pasó mucho tiempo, pero parece que el marido ya presentía algo porque, cierta ocasión haciéndose el tonto que se iba de paseo, se quedó escondido tras unos matorrales, a los pocos minutos regresó; pero la astuta mujer, sintiendo que había llegado su marido, metió a su amante en el altillo del cuarto, el esposo entró patendo la puerta, ve a su mujer en la cama desnuda y le pregunta: ¿Dónde está tu amante?, ella se negaba y no contestaba nada, más bien se puso histérica por la "ofensa" que le estaba haciendo el marido; él buscó por todas partes, por debajo de la cama, en el armario y en el altillo, pero no encontró nada.
 
Entonces el marido le dijo: "Si no hay nadie, voy a tapar ese altillo, que maña espina me da".
 
Mandó llamar a tres peones y algunas tablas de madera, y comenzaron a tapar la entrada al altillo, quedando todo completamente cerrado, como el tumbado era de zinc, allá arriba era un horno.
 
Sabiendo la mujer que ahí dentro estaba su amante, ella prefirió callar, no dijo nada; el amante quien escuchaba lo que estaba pasando no hablaba, peor intentó salir, pues sabía que si salía el marido lo mataba, por eso en un rincón del altillo todo sudado, por el calor que hacía, esperaba, mientras tanto la mujer, callaba.
 
El esposo furioso, cogiéndola del cabello a su mujer del cuarto la sacó, cerrando completamente ese cuarto por dentro y por fuera, mientras que a ella de la casa la botó.
 
A los pocos días, el también tomó la decisión de irse de esa casa, dejando completamente abandonada toda la propiedad.
 
La gente del lugar nunca supo lo que pasó en aquella casa, donde había quedado desaparecido el peón.
 
Así pasaron los años, hasta que la propiedad fue comprada por una famiia que habitó ese lugar. Dicen que esta pareja ocupó ese cuarto, y que, a los pocos días veían un "fantasma desnudo" deambular por toda la casa, que bajaba y subía del altillo, y se les paraba frente a la cama.
 
Por las noches siempre lo veían, hasta que cansados de ver al "fantasma desnudo" dicidieron tumbar el altillo para ver qué había ahí. La sorpresa fue grande, se encontraron con una osamenta que tenía la característica de un hombre.
 
Sacando los restos, lo llevaron hasta el cementerio y lo sepultaron; y, fue hasta ese día que la pareja vio al fantasma desnudo rondar por la casa.
 
La gente del sector, al conocer este suceso, descifró lo que pudo haber sucedido, ya que todos conocían sobre los amores y engaño de aquella mujer con el peón que nunca más se lo vio.
 
Don Tácito Verísimo contó este suceso a doña Clara Luz, él decía que por eso era celoso con su esposa, porque creía que todas las mujeres eran iguales, pero que él iba a cambiar por el bien de su hogar.
 
Esa noche Clara Luz se acostó complaciente y comprensiva con su marido, pero antes de dormir le dio una noticia: que ellos serían "padres".
 
 
 
Rubén Darío Montero Loor, Cien leyendas y cuentos de la campiña Manabita, 2013
 

 

Portada:  https://es.123rf.com

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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