Fuente: Amable Burgos Saltos (+)
Cantón Santa Ana
Algún tiempo atrás, moraba en nuestro campo un hombre demasiado avaro, ruin y perverso que de nada se compadecía; temido por muchos, querido por nadie, él mismo se daba fama de hombre malo.
En el campo existe la prestación de brazos para apresurar en los sembríos de los vecinos. Unos a otros se prestaban los brazos para ayudar, hasta en los sembríos de don Quinto; aunque él no era capaz de llevarse bien con sus vecinos, porque les robaba y no llegaba cuando tenía que ayudar con los sembríos de la vecindad.
Cierto día Quinto Mandamiento Domo, como se llamaba aquel ser, estando solo en la montaña exclamó: ¡Carajo que el día está oscuro como la noche!
En eso escuchó una voz que dentro de la espesa montaña le decía: Más oscura está tu alma. Pero aquellas palabras se las llevó el viento, no le llegaron a su corazón; sin prestarle mucha atención a aquellas palabras, se olvidó de ellas.
Ya estaba cerca de Semana Santa, y Quinto Mandamiento como, como tentando a lo más sagrado en plena celebración, estaba bañándose en medio del río; en esos tiempos era imposible ver a una persona bañarse, peor en el río.
Ese día el sol no había salido y así como la otra vez exclamó: Carajo qué día tan oscuro, parece que fuera de noche.
Escuchó la misma voz de la vez anterior que le contestó: Más oscura está tu alma.
Pero, esta vez, él no se quedó callado y preguntó a la voz: ¿Qué debo hacer para que no esté oscura?
El dueño de aquella voz se presentó -era un ángel-, que con pureza le dijo: Si quieres ser salvado, ten esta vara clavada en medio del río junto a ti y espera que al llegar el Viernes Santo, con la primera luz del alba, le salgan hojas a la vara. Si aguantas hasta ese momento te salvarás.
Quinto Mandamiento Domo aceptó y se quedó con la vara clavada en el río; al poco rato, pasaba un ladrón sonriente de sus fechorías con una escopeta en la mano escondiéndose de sus picardías y con voz burlona le preguntó a Quinto: ¿Qué hace con esa vara clavada en el río?
Él le contestó: Un ángel me ha dicho, que si me quedo hasta el amanecer del nuevo día y florece la vara me libro de todo pecado.
El ladrón le preguntó si también él podía tener la gracia, y este le contestó que sí. Muy lentamente bajó hasta el río, y colocando la culata de la escopeta junto a la vara, se quedaron esperando el amanecer del Viernes Santo.
Cuando el alba llegó, algo mágico pasó, la culata de la escopeta floreció y en cambio la vara no. El ladrón con un brillo de bondad del río salió, y encontró salvación; en cambio Quinto Mandamiento, asombrado se quedó. Pero en eso el ángel apareció y a él se dirigió: En ningún momento quisiste el perdón, porque tu corazón está más negro que el carbón.
El ángel de aquel lugar llorando se marchó, pero Quinto Mandamiento Domo contempló enseguido cómo la oscuridad haste él llego y, en pocos momentos, el diablo mojado se lo llevó.
Rubén Darío Montero Loor, Cien leyendas y cuentos de la campiña Manabita, 2013.