Leyendas y cuentos del Cantón de Pedernales
Fuente: Rubén Darío Montero
Cuenta la gente que muy dentro de las montañas manabitas, en medio de dos grandas tabladas, existe un gran espejo diabólico, por donde todas las noches entra y sale el diablo, y que cuando alguien se acerca al espejo escuchan lamentos y quejidos que vienen desde el mismo infierno.
Dicen que, antiguamente, los hombres ambiciosos se acercaban hasta estas montañas de Pedernales en busca del espejo y de favores del diablo, que cuando se encontraban con el mismo diablo, procedían a levantar un acta con uno de los ayudantes del demonio, que marcaba al individuo con un fierro de los mismos que se usan para marcar al ganado en una parte de su cuerpo; y, como casi nunca pagaban la deuda al diablo, ellos ya sabían que por el espejo tenían que entrar.
Cuentan que una vez un hombre se fue a pactar con el diablo, pero este en el camino se encontró con un amigo y le dijo lo que iba a hacer. El amigo le aconsejó que no le pida dinero al demonio, que él se lo prestaba para que compre el ganado que quería tener en su finca.
Pero aquel hombre cogió el dinero de su amigo y se fue “supuestamente” a su casa. El amigo se marchó feliz por la obra que había realizado con su amigo, lo que no se imaginó era que su amigo la avaricia le seguía, y a la noche siguiente salió en busca del espejo del diablo… Y así hizo pacto con el mismo demonio.
Ese hombre, cada vez que veía al amigo que le prestó dinero, decía en público que gracias a él tenía tanta plata, mientras tanto, cada vez le pedía más y más dinero al diablo y así compraba casas de lujo y animales por montones, que ni siquiera sabía lo que tenía.
El amigo no contestó nada y triste se marchó, pero, el diablo escuchó todo, oculto entre matorrales.
Un día, como siempre hacía, fue hasta el espejo por más dinero, el diablo lo estaba esperando y le dijo que hicieran cuentas, para saber cuánta plata le debía; enfurecido con una voz del infierno, le dio tres días para que le pague, o se llevaba su alma, le dijo.
Pero el diablo sale más por viejo, que por diablo, le mandó a robar todo el ganado que tenía por montones; las casas que había comprado las quemó y, para remate, los hijos y la mujer se fueron bien lejos, y llevándose dinero y todas las alhajas que él guardaba.
Viéndose económicamente quebrado fue hasta donde su amigo, al que no le quiso pagar la deuda, pero este al verlo no le abrió la puerta de su casa; lo escuchaba desde la ventana; él sabía que ya no tenía dinero. Echando malayas e insultando, se alejó del lugar.
A los tres días, el diablo llegó hasta la casa vieja que le quedaba; el diablo viéndolo todo sucio y malanochado le dijo:
- ¿Por qué no has ido hasta el espejo, esperándote estuve hoy?
- ¿Querías hacer lo mismo que hiciste con tu amigo, desconocer la deuda? Pero él hábilmente le lloraba, y suplicaba al mismo diablo que le preste más, que no tenía dinero.
El diablo se reía, vio que la ambición le carcomía; sacando el látigo, hasta el espejo lo llevó, dándole latigazos que el pellejo se lo desolló.
Cuando estaba en el espejo, gritos y lamentos se escuchaban en lo profundo de la tablada y el diablo le reprendía: “Tú eres el que falta para que comience el fiestón, ja, ja, ja”…
Y así, a punta de latigazos, el diablo al infierno lo entró, tapando el espejo por el día de hoy.
Cien leyendas y cuentos de la campiña manabita, Taller Gráfico, 2013
Cien leyendas y cuentos de la campiña manabita, Taller Gráfico, 2013
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