
Otavalo no nació nombrada: despertó en el sueño de su pueblo.
Antes del reconocimiento, ya tejía su pulso en los telares,
ya cantaba en los ríos,
ya era rumor de feria, rostro de montaña, semilla en movimiento.
Y fue entonces, el 31 de octubre de 1829,
cuando Simón Bolívar elevó su nombre a la altura de la historia.
No fue un acto burocrático, sino un gesto de revelación:
la libertad inclinándose sobre una tierra
que sabía mirarse de frente y sostener su destino
con las manos del trabajo y la identidad.
En esa firma, la dignidad encontró su forma.
Desde entonces, Otavalo respira entre la historia y el sueño,
tejiendo en su trama la luz de quienes crean,
la fuerza de quienes recuerdan
y la belleza de una ciudad que nunca termina de nacer.

Libro inédito, 2026.
