Hay palabras que, como melodías, esperan en silencio hasta que alguien las escucha. No hacen ruido, pero están ahí: latiendo, aguardando el instante en que un oído se disponga a recibirlas. Solo entonces despiertan y revelan lo que guardaban en secreto.

El lector llega al libro como un oyente que tropieza con una melodía en medio del silencio. No estaba previsto, pero, al detenerse y escuchar, las notas comienzan a habitarlo. De la misma manera, las palabras que reposaban quietas en la página despiertan en su interior y cobran un sentido nuevo. El texto, como la música, solo se completa cuando alguien lo recibe y lo deja resonar en sí mismo.

Leer también es habitar una composición. El escritor deja acordes, silencios y repeticiones, pero es el lector quien recorre esos pasajes y decide dónde detenerse o qué matiz dar a cada frase. Igual que un intérprete frente a una partitura, imprime su propio ritmo: acelera o se demora, y en ese gesto vuelve irrepetible la obra.

El sentido del libro no se agota en la intención del autor: necesita de la escucha del lector para desplegarse por completo. Como una sinfonía que solo cobra plenitud cuando vibra en el aire, las palabras alcanzan su verdadero destino cuando son acogidas y hechas propias. Allí se produce el encuentro: lo escrito se convierte en un espacio habitado por dos presencias.

Y entonces, el libro deja de ser únicamente del autor. Pasa a pertenecer también a quien lo lee, que lo lleva consigo como una canción interior. Cada lector añade un timbre, un eco distinto, y con ello la obra se multiplica. Lo que nació en soledad se vuelve, en el acto de la lectura, una música que no deja de transformarse.

El lector es, al final, el escenario donde el texto resuena. Sin su presencia, las palabras serían notas mudas sobre un pentagrama vacío. Pero, en el instante en que alguien abre el libro y permite que las frases lo atraviesen, la escritura se convierte en concierto: uno íntimo, único, irrepetible.

Porque todo libro, en el fondo, no es más que una melodía que aguarda un lector para convertirse en música.

 

Dorys Rueda, Reflexiones, 2025.

 

 

  

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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