Ella llegó a las cinco.
El pecho inquieto
y el papel en su mano
como si también temblara un poco.

Tocó.

—Pase, por favor.

Entró.
Miró.
Se quedó quieta.

—¿Usted es el médico?

Él levantó la vista.
Una sonrisa que parecía pedir perdón
por adelantado.

—No.
Abogado.
Muy abogado.
Demasiado para un estetoscopio.

Ella parpadeó.
Él también.
La silla, casi.

Entonces él dijo en voz baja,
como quien confiesa algo que solo a él le pareció lógico:

—Ayer, cuando llamó…
pensé que era mi cita.
La de Tinder.

Ella abrió los ojos.
Él los abrió más.
La risa apareció
donde ninguna explicación alcanzaba.

—¿Café?

Ella aceptó.
Tazas.
Un choque mínimo.
El vapor a canela
subiendo como si también quisiera entender.

Ella no sanó su espalda,
pero el ánimo se acomodó un poco.

Él no encontró su cita,
pero algo en la tarde se aclaró.

Y las cinco,
quietas y claras,
dejaron un instante
que brilló donde nada estaba planeado.

 

Dorys Rueda, Cuentos para sonreír, 2026.

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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