Soy el lápiz del portafolio de una maestra.

Duermo entre planificaciones que sueñan con orden, hojas que huelen a esfuerzo y papeles doblados por el apuro.
A veces escucho murmullos de ideas que nacen y se detienen antes de volverse letra.

Soy columna de grafito, pluma sin vanidad líquida, arquitecto de pensamientos y mártir del sacapuntas.
Reino sobre los apuntes con la serenidad de quien sabe que todo gran pensamiento —y toda buena nota— empieza en punta.

El borrador, buen alma, vive para corregirme, aunque siempre deja su sombra gris como testimonio de su torpeza.
El bolígrafo rojo, ese noble de la corrección, camina por las hojas con aire de juez, hasta que se seca en mitad del veredicto.
Y la regla, tan recta y solemne, ignora que la vida —como el arte— no se mide en centímetros.

En mis días más inspirados me creo filósofo; en los más valientes, poeta.
Sin embargo, soy sobre todo un artista de aula: escribo sueños ajenos y garabateo los míos en los márgenes.

He firmado tareas, corregido versos con dudas y dibujado bigotes en retratos serios durante reuniones eternas.
También he acompañado confesiones entre líneas, declaraciones a medio borrar y pensamientos que se desvanecen antes de ser comprendidos.
He sido testigo de ideas que tiemblan al nacer y de otras que, por descuido, acaban convertidas en garabatos sin culpa.

A veces me deslizo por las hojas con la gracia de un bailarín; otras, tropiezo con manchas de café, con lágrimas o con prisa.
Pero sigo trazando, porque nada es más digno que dejar una huella —aunque sea de grafito— en el intento de aprender.

Cuando el sacapuntas me llama, no tiemblo: lo tomo como un corte de cabello profesional, con algo de drama y un toque de fe.
Cada viruta que cae es una idea que se renueva, una piel que se deja atrás.
Y cuando quedo corto y nadie me usa, me da por pensar:
tal vez el olvido sea solo un portafolio cerrado.

Pero un día la maestra me rescata y me deja sobre el escritorio.
Un joven me pide prestado para subrayar una idea,
y yo, al sentir su mano, sonrío en silencio.
Por fin, pienso, alguien que no solo subraya, también piensa entre líneas.

 

 Libro inédito, 2026

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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