Mi amor, tú que naciste con los dedos en la pantalla y formas parte de esa generación que llaman Z, quizás no lo creas, pero tu abuela también se volvió digital. No por moda, sino por amor.
Yo no nací para las computadoras. A mí me enseñaron a escribir con tiza, no con teclado. Pero un día me apunté a un taller de “tecnología para adultos mayores”, porque quería enviarte memes sin dejar todo en blanco ni borrar el universo con un clic mal dado. Quería entender tu mundo para no quedarme afuera del tuyo.
Al principio confundía el mouse con un adorno de escritorio, trataba de encender la computadora con el control remoto de la tele y creía que el antivirus era una pomada para el lumbago. Pero bastó que me mostraran el bingo online y algo despertó en mí, como si el azar me guiñara un ojo desde la pantalla.
Una semana después ya tenía tres monitores, un teclado con luces que parecía una feria y unos audífonos tan grandes que, en el mercado, me decían “la DJ del barrio”. Me puse de nombre AbuelaEnLínea y empecé a lanzar frases motivacionales como si fueran empanadas salidas del horno:
—La suerte llega tarde, pero siempre trae postre.
—No perdí. Solo estaba enseñándole humildad a la computadora.
En los foros, cuando algún jovencito malcriado se ponía insolente, le respondía con elegancia firme:
—Mijito, no me provoques. Tengo edad para haber criado a tu madre y energía suficiente para darte una clase de respeto en vivo.
Después les mandaba un emoji de abuelita rezando, acompañado de una notita que decía:
"Para que se te ablande el carácter y no se te desconecte el Wi-Fi."
Pero lo mejor ocurrió una noche, entre partida y partida de póker virtual. Sí, hago trampa, pero con estilo. Toqué tantas teclas como si estuviera interpretando un tango en el piano de mi juventud y, sin querer, terminé hackeando un banco internacional.
No robé nada y eso va con sello de abuela. Solo dejé un mensajito en su página principal:
"Su sitio tiene menos vida que una reunión familiar sin chisme. Pónganle color".
Firmado: una dama con buen gusto digital.
Y al final, les dejé un emoji de una abuelita tejiendo, con su bufanda bien puesta, porque el estilo no se negocia.
Desde entonces, algunos me llaman hacker. Pero yo prefiero: dama con habilidades especiales.
Y si algún día alguien te pregunta de dónde heredaste la chispa en los dedos, la astucia frente a la pantalla o el encanto para navegar lo digital con gracia, diles, sin dudarlo:
De mi abuela, que tejía ternura entre cables y hacía magia con las teclas de su propia historia.
Con todo mi amor,
Tu abuela, siempre en línea y a una videollamada de distancia.
Libro inédito