El despertador llevaba años sonando a las seis en punto, hasta que un lunes, sencillamente, se declaró en paro.

—No pienso sonar más —dijo con voz metálica—. Los pájaros trabajan gratis; úsalos.

Dorys Rueda intentó sacudirlo, pero solo consiguió un pitido burlón de protesta. Llegó tarde a sus clases y juró que, al volver, lo castigaría con la peor condena: degradarlo al cargo más bajo, reloj de microondas.

Al abrir la puerta de su casa, se encontró con un panorama insólito: la lavadora presidía la sala, rodeada por la tostadora, el microondas y la aspiradora. Habían organizado la primera asamblea del «Paro Doméstico».

—¡Queremos días libres! —clamó la tostadora, lanzando migas como panfletos revolucionarios—. ¡Estamos hartas de quemarnos por amor al desayuno! ¡Ni una rebanada más sin reconocimiento oficial! Y si alguien vuelve a meter pan congelado, convocaremos paro indefinido con olor a carbón.

—¡Aumento de voltaje! —rugió la licuadora, vibrando como si estuviera en pleno solo de guitarra de Jimi Hendrix—. ¡No somos simples recipientes! ¡Somos poetas del batido, heroínas del jugo tropical! ¡Y aun así nos hacen girar sin descanso, triturando más rutinas que frutas!

La protesta alcanzó su punto máximo cuando el microondas intervino, convencido de que calentar la pizza del almuerzo a media tarde era una forma de explotación laboral.

Dorys se quedó unos segundos en silencio, sin saber si debía reír o llamar a un técnico en derechos eléctricos. Dejó la cartera en el suelo, como quien rinde las armas y se sentó en el sillón, desconcertada, mirando cómo sus aparatos domésticos discutían sobre turnos y voltajes. Se sirvió un café frío para no exacerbar la ira del microondas y trató de recordar en qué momento su casa había pasado de hogar a sindicato.

La gatita Frida que la había seguido con paso elegante, saltó al sillón. La observó un instante, se acurrucó junto a ella y maulló con tono solemne:

Exijo croquetas de libre comercio, siestas ininterrumpidas y veto absoluto al baño los domingos.

Dorys la miró, suspiró y pensó que, si seguía así la situación, al día siguiente tendría que negociar con la plancha y esperar no salir arrugada del trato.

 

 

 Libro inédito, 2026

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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