Con la más estricta discreción, algunas de las criaturas mitológicas más ilustres del cantón Otavalo se reunieron una noche en lo alto del monte Imbabura. Coordinar estas asambleas siempre era un desafío: unos no tenían señal, otros seguían confiando en palomas mensajeras y la Viuda del cementerio insistía en mandar audios larguísimos que, por pereza, nadie se atrevía a escuchar.
Pero, contra todo pronóstico, esta vez el grupo de WhatsApp “Mágic@s del Norte” funcionó. ¿El motivo de la convocatoria? Actualizarse. Compartir avances, descubrimientos y adaptaciones al mundo moderno. En resumen, el objetivo era claro: reinventarse sin perder la magia.
—No podemos seguir quedándonos atrás —dijo el Duende de la Fábrica La Joya, mientras se ajustaba los lentes de aumento que usaba desde que se volvió sindicalista—. ¡Yo tomé un curso buenísimo que se llamaba Tecnología básica para seres mágicos rezagados! Aprendí a usar el celular, navegar por internet, escanear códigos, mandar correos y hasta activar el modo oscuro, que combina perfecto con mi aura de enigma sindical.
La Viuda del Cementerio asintió con orgullo lúgubre mientras se acomodaba el velo con cierta coquetería.
—Yo me reinventé, mijitos. Ya no ando por las calles esperando que algún infiel me ofrezca un aventón. Ahora uso tres aplicaciones especializadas: EngañaMatch, CitaSinHuella y Licor&Lujuria. Ahí es donde encuentro a los peores, los más confiados. Y cuando bajan la guardia, ¡zas!, los llevo sin escalas a la curva de los arrepentidos.
Todos aplaudieron, menos el Duende de Taxopamba, que escuchaba en silencio, pero atento a cada palabra.
—Yo también tengo novedades —intervino, con entusiasmo, la Bruja del Río El Tejar—. Gracias al Mercado Libre de Brujas, por fin conseguí mi Escoba Voladora 3000 Plus. Está hecha de madera de sauce, tiene cerdas resistentes al viento y la lluvia, asiento acolchado, frenos automáticos, luz delantera y un espacio especial para mi botella de agua con limón y jengibre. Es ecológica, elegante y, sobre todo, ergonómica.
—Yo me modernicé en un karaoke del centro —alardeó la Sirena del Lago San Pablo, mientras lanzaba una nota aguda como si aún estuviera en el escenario—. Aprendí nuevas técnicas vocales gracias a los chicos de la Generación Z. Todos andan con audífonos, se comunican con stickers, hablan en siglas que no entiendo y tienen la capacidad mágica de grabarlo todo sin levantar la mirada del celular. Pero eso sí: cuando interpreto reguetón marino en versión acústica, se quitan los audífonos, encienden la linterna del teléfono y hacen olas con las manos. Hasta me invitaron a grabar una colaboración musical con un DJ de Carabuela. Estoy pensando seriamente en lanzar mi canal, mi primer sencillo y, con suerte, convertirme en la sirena más famosa de todo el Ecuador.
Mientras los demás presumían sus avances tecnológicos, el Duende de Taxopamba guardaba silencio. Era un ser de monte, musgo y cascada. Un espíritu libre que protegía la naturaleza espantando a turistas ruidosos y a campistas descuidados. Pero en el fondo ya sentía que no bastaba con asustar entre los arbustos ni esconder fundas plásticas.
—¿Y tú, compañero? —le preguntó la Viuda, con una mezcla de curiosidad y picardía—. ¿Qué esperas para actualizarte?
—¿Actua... qué?
—¡Modernizarte! —aclaró la Bruja, alzando una ceja—. Ármate un perfil ambientalista. Con ese entorno que tienes, serías la imagen perfecta del bosque consciente.
—Podrías abrir un canal de TikTok con consejos ecológicos —sugirió el duende sindicalista, entusiasmado—. “¡Hola, soy el Duende Taxo y hoy te enseñaré cómo no ensuciar tu cascada favorita!”
—O al menos ponte un chaleco reflectivo y una gorra con el logo de “Guardianes del Bosque” —añadió la Sirena del Lago San Pablo, cantando la frase con tono pegajoso, como si estuviera grabando un comercial.
La Viuda del Cementerio, con tono burlón, le dijo:
—Ay, por favor. Pareces locutora de radio anunciando linternas solares y agüitas con propiedades “ancestrales”. Ya mismo nos lees el horóscopo chamánico con música ecuatoriana de fondo.
La reunión concluyó entre risas, bromas y promesas de compartir sus nuevos perfiles mágicos. Cada criatura mítica tomó su camino de regreso, desvaneciéndose entre la niebla.
El Duende de Taxopamba volvió a su cascada en silencio, con la cabeza llena de ideas extrañas. Se acurrucó en su cama de hojas secas y se quedó dormido al instante. Aquella noche soñó con escobas de lujo, aplicaciones para citas, karaokes subacuáticos y duendes sindicalistas con megáfono.
Pero al amanecer, ya lo tenía claro: debía modernizarse, sí, pero sin perder su esencia. Por recomendación del Duende de la Fábrica La Joya, se inscribió en un curso intensivo titulado “Reeducación mágica para guardianes ambientales del siglo XXI”, organizado por el gremio de duendes ecuatorianos con conciencia ecológica y sensibilidad social.
Pero no solo renovó sus ideas; su apariencia también dio un giro ecológico.
Cambió su viejo poncho de lana por una camisa de algodón orgánico, en cuya espalda se leía con orgullo: “Defensor Oficial del Bosque”. Su tradicional sombrero de paja, desgastado por la humedad de la cascada, fue reemplazado por una corona de hojas frescas trenzadas, que le daba un aire solemne pero profundamente natural.
Ahora cargaba una mochila tejida con fibra de totora y lona reciclada, repleta de volantes biodegradables, semillas nativas y etiquetas adhesivas con mensajes como “Respira verde” y “No dejes huella”. También actualizó su calzado: dejó atrás sus alpargatas viejas y adoptó unas sandalias verdes, antideslizantes, hechas de caucho natural, con suelas grabadas en forma de hojas, ideales para caminar entre rocas, raíces y charcos rebeldes. ¡Un look digno de un duende comprometido con el planeta y con sus pies¡
Desde entonces, cada mañana reunía a los animales del bosque sobre una gran piedra que funcionaba como tarima natural. Desde allí, impartía clases que comenzaban puntualmente.
—¡Atención, alumnos del ecosistema! —gritaba con tono solemne, pasando lista con una ramita húmeda—. Hoy aprenderemos a detectar humanos tóxicos a distancia.
Ofrecía talleres prácticos, ilustrados por él mismo con barro natural y tinta de mora silvestre. Algunos de los más solicitados eran:
-
“Cómo enterrar fundas plásticas sin lastimar tus patitas” (para armadillos responsables).
-
“Cantos de advertencia en do sostenido” (dirigido a aves vigías).
-
“Camuflaje emocional: cómo confrontar sin asustar” (ideal para conejos tímidos que querían imponerse sin dejar de ser adorables).
Sin embargo, su repertorio no se limitaba a la docencia. El Duende de Taxopamba había desarrollado una habilidad extraordinaria y temida: la vegetación reactiva. Si algún visitante ensuciaba, arrancaba flores o dejaba una colilla encendida junto al río, bastaba un simple chasquido de sus dedos para que arbustos espinosos brotaran del suelo como por arte de magia, cerrando los senderos y atrapando al infractor entre ortigas, raíces retorcidas y ramas cargadas de picazón: sin salida, sin brújula y con el Wi-Fi colapsado sin remedio.
—¡Este bosque no se mancha! —exclamaba con teatralidad, alzando los brazos, mientras una parvada de colibríes dibujaba en el aire un signo de exclamación perfectamente coreografiado.
A los reincidentes les aplicaba su castigo estrella: el bloqueo de la brújula interior. En cuestión de segundos, el turista perdía toda noción de orientación. No recordaba de dónde vino ni hacia dónde debía regresar. Solo podía recuperar el rumbo si pedía disculpas al ecosistema, recogía al menos tres desechos que no fueran suyos y prometía en voz alta, con absoluta seriedad: "¡No volveré a dejar mi huella donde no me corresponde!".
Entonces, los arbustos se apartaban como un telón de teatro y el duende desaparecía entre risas que se confundían con el rumor del agua.
Desde entonces, la gente de Otavalo aconseja a los turistas que, si alguien visita la cascada de Taxopamba y escucha una voz grave hablando sola entre los helechos, no debe alarmarse. Es solo el Duende practicando su primer podcast ecológico, que planea distribuir en hojas compostables con QR tallado por colibríes y avalado por la Asamblea General de los Árboles.
Porque ahora, además de proteger el bosque, educa, recicla, organiza mingas, entrena su voz y crea contenido de calidad. Todo eso, por supuesto, sin perder su esencia de leyenda ni su irresistible carisma de influencer silvestre.
Dorys Rueda, Leyendas y magia de Otavalo, 2025.
Dorys Rueda
Otavalo, 1961
Es fundadora y directora del sitio web El Mundo de la Reflexión, creado en 2013 para fomentar la lectura y la escritura, divulgar la narratología oral del Ecuador y recolectar reflexiones de estudiantes y docentes sobre diversos temas.
Entre sus publicaciones destacan los libros Lengua 1 Bachillerato (2009), Leyendas, historias y casos de mi tierra Otavalo (2021), Leyendas, anécdotas y reflexiones de mi tierra Otavalo (2021), 11 leyendas de nuestra tierra Otavalo Español-Inglés (2022), Leyendas, historias y casos de mi tierra Ecuador (2023), 12 Voces Femeninas de Otavalo (2024), Leyendas del Ecuador para niños (2025), Entre Versos y Líneas (2025), Cuentos de sueños y sombras (2025), Leyendas y magia de Otavalo (2025), y Reflexiones (2025).
Desde 2020, ha reunido a autores ecuatorianos para que la acompañen en la creación de libros, dando origen a textos culturales colaborativos en los que la autora comparte su visión con otros escritores. Entre estas obras se encuentran: Anécdotas, sobrenombres y biografías de nuestra tierra Otavalo (tomo 1, 2022; tomo 2, 2024; tomo 3, 2024), Leyendas y Versos de Otavalo (2024), Rincones de Otavalo, leyendas y poemas (2024) e Historias para recordar (2025).