Dicen que el cielo, al notar que la gente del pueblo ya no levantaba la mirada, creó una figura y la dejó caer con el atardecer sobre la ciudad. Tenía forma de mujer y solo aparecía cuando la luz se hacía dorada, en la plaza más amplia del pueblo, donde el silencio aún sabía escuchar.
Su misión era sencilla y sagrada: barrer con una escoba pequeña lo invisible del cielo. Pero sus barridas solo obraban su efecto si el cielo permanecía limpio, no de nubes, sino de rencores, de orgullo y de palabras que jamás lograron tender un puente.
Cada tarde, la dama comenzaba con un barrido largo y ascendente, alzando la escoba hacia el cielo como si secara una bruma invisible que pesaba sobre todos. Lo hacía con lentitud, recorriendo el aire sobre la plaza vacía, como si peinara el ánimo del pueblo entero.
Después de ese gesto, los hombros se aflojaban, las conversaciones se hacían más suaves y hasta el viento parecía encontrar una dirección distinta. Un señor que siempre pasaba con la mirada al suelo empezó a levantar la vista. Las vendedoras del mercado se detenían a ofrecer fruta sin pesarla. Los muchachos ya no salían corriendo, sino que se quedaban un poco más, como si el aire se hubiera vuelto más habitable.
Luego, con la escoba aún en alto, la dama comenzaba a trazar círculos firmes y contenidos, girando sobre un mismo punto en el cielo. No eran gestos grandes, sino insistentes, como si buscara soltar algo que no quería caer.
Esa noche, una mujer cruzó la calle para dejar pan fresco en una puerta donde no tocaba desde hacía años. Un joven se detuvo frente a su madre sin decir nada, pero sin evitar su mirada. Alguien escribió una carta que no se animó a enviar.
Los días siguientes, algo en el pueblo parecía acomodarse sin hacer ruido. Era como si las palabras contenidas encontraran por fin una forma de desprenderse, sin necesidad de gritos.
Al final, cuando el cielo se volvía más espeso y el sol se ocultaba tras los cerros, la dama barría en zigzag, rápido, con una energía distinta. Sus movimientos cruzaban el aire de lado a lado, tensos como hilos que alguien estuviera remendando.
Poco después, un hombre que solía quejarse en voz alta se agachó a arreglar una banca sin decir palabra. Dos mujeres que no se hablaban compartieron asiento en la iglesia y se miraron de reojo, sin gesto alguno, pero sin dureza. Una niña, que siempre se mantenía al margen, jugó por primera vez en el recreo.
No eran grandes cambios, apenas movimientos tenues. Pero algo se aflojaba. Algo, sin saberse cómo, volvía a unir lo que parecía deshilado.
Una tarde, al trazar el último barrido en zigzag, la escoba se le escapó suavemente de las manos. No cayó al suelo. Se quedó suspendida un instante en el aire, girando lentamente, como si tuviera algo que decir. Luego se deshizo en partículas brillantes, tan finas como ceniza de luna y se perdió entre las luces del atardecer.
La dama la miró con ternura, como quien despide a una hija que ya no necesita guía y se alejó de la plaza caminando. Nadie la detuvo. Solo se hizo un silencio hondo, de esos que no duelen, pero marcan.
Desde entonces, el cielo parece inclinarse distinto sobre el pueblo. Como si recordara su promesa. Como si bajara un poco más cada tarde para cuidar a quienes aún se atreven a hablar con ternura, a reparar lo que duele, a sostener lo que se rompe sin hacer ruido.
Ya nadie ve a la dama, pero muchos comenzaron a barrer de otro modo: con la palabra justa, con el gesto que calma, con el silencio que abraza.
Algunos dicen que todos, en secreto, deberían tener una escoba invisible en casa, para barrer lo que pesa, lo que ensucia, lo que duele. Porque solo así el cielo permanecerá limpio y mientras esté limpio, la ciudad estará a salvo.
Dorys Rueda, Cuentos de sueños y sombras, 2025.
Es fundadora y directora del sitio web El Mundo de la Reflexión, creado en 2013 para fomentar la lectura y la escritura, divulgar la narratología oral del Ecuador y recolectar reflexiones de estudiantes y docentes sobre diversos temas.
Entre sus publicaciones destacan los libros Lengua 1 Bachillerato (2009), Leyendas, historias y casos de mi tierra Otavalo (2021), Leyendas, anécdotas y reflexiones de mi tierra Otavalo (2021), 11 leyendas de nuestra tierra Otavalo Español-Inglés (2022), Leyendas, historias y casos de mi tierra Ecuador (2023), 12 Voces Femeninas de Otavalo (2024), Leyendas del Ecuador para niños (2025) y Entre Versos y Líneas (2025).
Desde 2020, ha reunido a autores ecuatorianos para que la acompañen en la creación de libros, dando origen a textos culturales colaborativos en los que la autora comparte su visión con otros escritores. Entre estas obras se encuentran: Anécdotas, sobrenombres y biografías de nuestra tierra Otavalo (tomo 1, 2022; tomo 2, 2024; tomo 3, 2024), Leyendas y Versos de Otavalo (2024), Rincones de Otavalo, leyendas y poemas (2024) e Historias para recordar (2025).