Ingresó al edificio justo cuando el reloj marcaba las 4:44, esa hora de simetrías incómodas que siempre anuncia algo extraño. Era uno de esos inmuebles que no solo resisten el tiempo, sino que lo absorben, lo distorsionan, como si respiraran por las grietas.

Se dirigía al último piso, el quinto, por un trámite menor, rutinario, como si lo cotidiano aún no supiera que estaba a punto de deshacerse.

Entró al ascensor, presionó el botón número cinco y esperó. Los números comenzaron a encenderse uno a uno: 2, 3, 4, 5. Pero el ascensor no se detuvo. Continuó su ascenso, como si hubiera olvidado su destino. El panel enmudeció, los números se borraron y, en su lugar, apareció una línea temblorosa que latía con un pulso ajeno, como si el edificio ocultara un corazón detrás de sus muros viejos. El tiempo perdió forma, se volvió espeso, interminable. Y mientras subía sin rumbo, supo —sin saber cómo— que cuando las puertas se abrieran, nada sería como antes.

Cuando por fin se abrieron, no hubo sonido. Ningún zumbido de motor, ningún eco de pasos. Solo un vestíbulo en calma, idéntico al del piso bajo, al mismo al que había entrado antes de tomar el ascensor. En la recepción, un hombre hablaba por teléfono y sonreía. Sus gestos le resultaban familiares, demasiado familiares. Vestía como él, se movía como él. Era él. Y aunque quiso negarlo, lo supo con una certeza helada: no era un sueño ni un reflejo. Se estaba mirando a sí mismo desde afuera.

Sintió que no pertenecía a ese lugar. Aturdido, buscó refugio en el ascensor y presionó el botón número uno. Esta vez la máquina fingió obedecer: los números volvieron a encenderse, piso por piso, pero cada detención era una trampa. El ascensor no descendía en la realidad: lo arrastraba hacia pasillos donde se desplegaban fragmentos de sí mismo.

En el quinto, se encontró inmóvil frente a un espejo, dudando si su reflejo acababa de parpadear.

En el cuarto, era un oficinista de gesto rígido, pasando hojas de un archivo inexistente, ignorándolo como si nunca hubiera estado allí.

En el tercero, un artista manchado de óleo garabateaba formas que nacían y se deshacían al instante, sin mirarlo.

En el segundo, un mendigo de hombros caídos alzaba la vista sin sorpresa, como quien saluda a un recuerdo que vuelve por costumbre.

En el primero, era un niño jugando en silencio, con los brazos extendidos hacia un vacío mudo, esperando un abrazo que no llegaba.

Avanzó hacia el niño con creciente angustia, pero al verlo, el pequeño se echó a correr. Lo siguió sin pensar, hasta tropezar con algo frío y blando que lo derribó. Al incorporarse, la penumbra le devolvió una visión imposible: un cuerpo tendido dentro del ascensor, inmóvil, con los ojos abiertos, fijos en la línea temblorosa del panel. Reconoció el rostro y, aun así, quiso negarlo. ¿Era él o la sombra que el ascensor había tejido para retenerlo?

La certeza lo golpeó entonces con un frío más hondo que la caída: nada de lo vivido había ocurrido afuera. Las puertas nunca se habían abierto. Cada piso, cada encuentro, era apenas un pliegue de sí mismo desplegado en la máquina. El ascensor no lo transportaba: lo contenía, lo digería, respiraba con él y a través de él. No era un pasaje, sino su cárcel y, al mismo tiempo, su único reflejo.

  Dorys Rueda, Cuentos de sueños y sombras, 2025-

Dorys Rueda
Otavalo, 1961


Es fundadora y directora del sitio web El Mundo de la Reflexión, creado en 2013 para fomentar la lectura y la escritura, divulgar la narratología oral del Ecuador y recolectar reflexiones de estudiantes y docentes sobre diversos temas.

Entre sus publicaciones destacan los libros Lengua 1 Bachillerato (2009), Leyendas, historias y casos de mi tierra Otavalo (2021), Leyendas, anécdotas y reflexiones de mi tierra Otavalo (2021), 11 leyendas de nuestra tierra Otavalo Español-Inglés (2022), Leyendas, historias y casos de mi tierra Ecuador (2023), 12 Voces Femeninas de Otavalo (2024), Leyendas del Ecuador para niños (2025) y Entre Versos y Líneas (2025).

Desde 2020, ha reunido a autores ecuatorianos para que la acompañen en la creación de libros, dando origen a textos culturales colaborativos en los que la autora comparte su visión con otros escritores. Entre estas obras se encuentran: Anécdotas, sobrenombres y biografías de nuestra tierra Otavalo (tomo 1, 2022; tomo 2, 2024; tomo 3, 2024), Leyendas y Versos de Otavalo (2024), Rincones de Otavalo, leyendas y poemas (2024) e Historias para recordar (2025).

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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