Hace muchos años, siete mariposas de formas distintas y colores intensos volaban libres sobre los campos de Otavalo. Eran tan bellas que hasta los colibríes las miraban con envidia. Todo estaba en armonía, hasta que un día se descubrieron a sí mismas reflejadas en los charcos de agua.
La Celeste abrió su cuenta en Instagram y subió un reel titulado: “Tips para brillar como el cielo sin perder el estilo”. En menos de una hora, ya era tendencia mundial.
La Amarilla subió un video a TikTok diciendo con seguridad: “Soy más brillante que el sol y sí, tengo pruebas”. Se volvió viral al ritmo de una canción tan pegajosa, que hasta las plantas comenzaron a bailar.
La Verde abrió un grupo en Facebook sobre vida sostenible y publicó orgullosa: “Mi belleza es 100% orgánica y libre de químicos artificiales”.
La Naranja armó un tablero en Pinterest con atardeceres editados y lo tituló: “La hora dorada soy yo”. Lo compartió con tanta seguridad, que hasta el sol se sintió opacado.
La Roja se volvió muy popular en "X". Publicaba selfies entre pétalos virtuales y frases intensas como: “Roja como el amor verdadero”, “Sin filtro, pero con fuego” y “Si no arde, no es amor”.
La Violeta lanzó un podcast llamado Mariposa interior, donde hablaba de sabiduría con voz pausada.
Y la Azul, sin alterarse, compartió imágenes del mar con la leyenda: “Belleza en alta definición”.
Y así, cada una se volvió el centro de su propio universo digital. Todas hablaban. Ninguna escuchaba. El cielo, que antes era armonía, se volvió un zumbido constante de notificaciones y egos alados.
Dios, que todo lo veía con una mezcla de paciencia infinita y resignación celestial, decidió intervenir. Mandó un mensajero: el joven granizo, conocido no precisamente por su tacto diplomático. Llegó con una lluvia intensa, sin previo aviso ni protocolo y las empapó a todas.
Las mariposas, aterradas, se tomaron de las alas como si fueran anclas en medio de la tormenta, intentando no salir volando ni perder el glamur. El joven granizo, directo como siempre, les soltó sin adornos lo que venía a decir: que la belleza no se mide en reacciones, ni en filtros vintage, sino en lo que una lleva dentro.
Entonces pasó lo impensable: la siete se abrazaron. Se miraron de verdad. Y, por primera vez, dejaron de compararse.
Desde entonces, cada vez que llueve sobre Otavalo y el sol se asoma como quien no quiere mojarse, las siete mariposas se reconectan en el cielo. No por rankings, ni por likes. Solo para formar juntas el arcoíris: ese puente de colores que no necesita Wi-Fi, pero siempre tiene señal en el corazón.
Dorys Rueda, Cuentos de leyendas y magia, 2025.
Dorys Rueda
Otavalo, 1961
Es fundadora y directora del sitio web El Mundo de la Reflexión, creado en 2013 para fomentar la lectura y la escritura, divulgar la narratología oral del Ecuador y recolectar reflexiones de estudiantes y docentes sobre diversos temas.
Entre sus publicaciones destacan los libros Lengua 1 Bachillerato (2009), Leyendas, historias y casos de mi tierra Otavalo (2021), Leyendas, anécdotas y reflexiones de mi tierra Otavalo (2021), 11 leyendas de nuestra tierra Otavalo Español-Inglés (2022), Leyendas, historias y casos de mi tierra Ecuador (2023), 12 Voces Femeninas de Otavalo (2024), Leyendas del Ecuador para niños (2025) y Entre Versos y Líneas (2025).
Desde 2020, ha reunido a autores ecuatorianos para que la acompañen en la creación de libros, dando origen a textos culturales colaborativos en los que la autora comparte su visión con otros escritores. Entre estas obras se encuentran: Anécdotas, sobrenombres y biografías de nuestra tierra Otavalo (tomo 1, 2022; tomo 2, 2024; tomo 3, 2024), Leyendas y Versos de Otavalo (2024), Rincones de Otavalo, leyendas y poemas (2024) e Historias para recordar (2025).