A la medianoche, el poema y los cuentos se encontraron en un cruce silencioso, listos para hablar entre sí.
El poema comenzó, con su voz cargada de emoción:
“Quien me creó escribe sobre el silencio. No como una simple ausencia, sino como hambre, sed y nostalgia. ‘Los pájaros vienen al caer la tarde, los pájaros se van al caer la espera,’ dice. En esos versos, lo que no se puede decir se convierte en lo más presente, lo más palpable”.
La voz de los cuentos, serena, respondió:
“Quien nos está creando, busca diluir la frontera entre lo real y lo irreal, entre lo tangible y lo intangible. Invita al lector a decidir qué es real y qué no”.
El poema, pensativo, concluyó:
“Mientras yo busco lo irrecuperable, lo que nunca podrá ser tocado, ustedes ofrecen un camino para que lo irreal cobre vida. En mi poesía, el vacío es silencio y abismo que se expande; pero en sus cuentos, el vacío es un lugar donde la imaginación puede caminar”.
Un largo silencio envolvió el espacio entre ellos. Ambos sabían que, aunque sus formas eran distintas, su propósito coincidía: invitar al lector a sumergirse, a emocionarse y a trascender lo cotidiano, llevando su mente hacia un mundo nuevo de descubrimiento y comprensión.
Dorys Rueda, Cuentos de sueños y sombras, 2025.