Era el chef del restaurante más exclusivo de la ciudad, no solo por su ambiente refinado y su cocina impecable, sino por una regla peculiar que lo hacía verdaderamente único: el menú nunca se repetía.
Cada día, los comensales se sorprendían con platos que desbordaban la imaginación, mezcla de ingredientes inusuales y creaciones inesperadas. Todos coincidían en que la experiencia era única. Al marcharse, sus rostros irradiaban una alegría indescriptible. En cambio, él se negaba a preparar sus propios alimentos y pedía que otro cocinara para él, temeroso de esa felicidad que todos disfrutaban.
Un día decidió preparar el postre que más le agradaba. Mientras lo degustaba, lejos de encontrar la ansiada felicidad, una inquietud sombría lo invadió: en su mente se delineaba lentamente el contorno de su destino. En ese instante comprendió lo que se avecinaba. El terror se apoderó de él. Al terminar el postre, supo que nada podría revertirse. El silencio lo envolvió y sin más, se desvaneció.
Dorys Rueda, Cuentos de sueños y sombras, 2025