Cada noche, durante un mes entero, a la misma hora, un hombre recibía una llamada de su propio número. Al principio pensó que era una coincidencia absurda o un error del sistema. Pero al contestar, lo que escuchaba lo descolocaba por completo: era su propia voz.

No se trataba de un mensaje grabado ni de una distorsión telefónica, sino de su voz real, pronunciando algo que nunca lograba entender. Intrigado, decidió grabar el mensaje, pero por más que lo reproducía, las palabras permanecían indescifrables. Cada intento terminaba en el mismo desconcierto, acompañado de una sensación inquietante: un frío que se deslizaba por su cuerpo como si una brisa helada se filtrara por las rendijas de la ventana, aunque la noche estuviera cálida. Cambió de número varias veces, convencido de que así escaparía de aquella anomalía, pero la llamada siempre volvía.

Una noche, mientras descansaba en su habitación, el teléfono sonó de nuevo. Esta vez la voz emergió clara, rotunda, sin ambigüedades:

—¿Puedes oírme?

La pregunta lo heló por completo, como si su mente fuera arrastrada hacia un lugar desconocido. Sin pensarlo, apagó el aparato y se levantó apresuradamente, intentando salir de la habitación. Sin embargo, al hacerlo, descubrió que algo había cambiado: la puerta parecía más lejos de lo que recordaba y el pasillo, antes tan familiar, se extendía interminablemente.

Un peso invisible lo mantenía inmóvil, como si el aire se hubiera vuelto denso, demasiado espeso para atravesarlo. El frío ya no era una simple brisa: era una presencia que lo envolvía con un dolor ajeno, punzante. Y mientras esa fuerza lo aprisionaba, notó que incluso el tiempo se quebraba: los minutos que transcurrían en ese momento se estiraban y se contraían sin lógica, como si el propio instante respirara de manera irregular. En ese vaivén, hasta su propia respiración comenzó a alargarse y a deformarse, al punto de no estar seguro de si realmente seguía respirando.

Buscó un asidero en lo único que siempre le había sido confiable: el reloj de la pared. Pero la certeza también se le negó, porque las agujas habían comenzado a moverse hacia atrás.

Entonces comprendió, con un terror helado, que cada paso que daba no lo acercaba a la salida, sino que lo empujaba más lejos de sí mismo. Y en medio de esa certeza imposible, se preguntó si todo había comenzado un mes atrás o si, en realidad, nunca había comenzado.

 

 

 

Dorys Rueda, Cuentos de sueños y sombras, 2025.

 

Dorys Rueda
Otavalo, 1961 
 
 
Es investigadora, docente y escritora ecuatoriana con una licenciatura en Letras y Castellano, y dos maestrías: una en Literatura Ecuatoriana e Hispanoamericana y otra en Literatura Infantil y Juvenil.

Además, posee una especialidad en Currículum y Prácticas Escolares en Contexto y un diplomado en currículum.

Es fundadora y directora del sitio web El Mundo de la Reflexión, creado en 2013 para fomentar la lectura y la escritura, divulgar la narratología oral del Ecuador y recolectar reflexiones de estudiantes y docentes sobre diversos temas.

Entre sus publicaciones destacan los libros Lengua 1 Bachillerato (2009), Leyendas, historias y casos de mi tierra Otavalo (2021), Leyendas, anécdotas y reflexiones de mi tierra Otavalo (2021), 11 leyendas de nuestra tierra Otavalo Español-Inglés (2022), Leyendas, historias y casos de mi tierra Ecuador (2023), 12 Voces Femeninas de Otavalo (2024), Leyendas del Ecuador para niños (2025), Entre Versos y Líneas (2025), Reflexiones (2025), Cuentos de sueños y sombra (2025) y Leyendas y magia de Otavalo (2025).

Desde 2020, ha reunido a autores ecuatorianos para que la acompañen en la creación de libros, dando origen a textos culturales colaborativos en los que la autora comparte su visión con otros escritores. Entre estas obras se encuentran: Anécdotas, sobrenombres y biografías de nuestra tierra Otavalo (tomo 1, 2022; tomo 2, 2024; tomo 3, 2024), Leyendas y Versos de Otavalo (2024), Rincones de Otavalo, leyendas y poemas (2024), Historias para recordar (2025) y Ellas, esencia del verso (2025).

A lo largo de su trayectoria, ha sido reconocida por su valioso aporte al ámbito cultural, literario y educativo. En 2021, el Municipio de Otavalo le otorgó un reconocimiento por su contribución al desarrollo cultural de la ciudad. En 2024, fue distinguida como una de las 25 mujeres otavaleñas más destacadas por su trayectoria y ese mismo año recibió una placa conmemorativa de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión” en honor a su legado en la literatura y la docencia. Asimismo, ha sido merecedora de dos medallas al “Mérito Cultural” otorgadas por la Cámara de Comercio de Otavalo, en los años 2024 y 2025.

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