ALFONSO ESPÍN LASTRA
Con motivo de celebrar el 13 de abril, el Día del Maestro ecuatoriano, es muy justo honrar la memoria de un ilustre maestro el Dr. Alfonso Espín lastra, quien fue, una de las figuras más notables del magisterio ecuatoriano del siglo XX.
Este quiteño nacido en 1915, desde muy niño, dio claras muestras de liderazgo y aptitudes extraordinarias para la docencia. Su formación académica y humanística debe a los Jesuitas y a los Hermanos Cristianos del Colegio la Salle de Quito, para luego continuar sus estudios superiores en la Universidad Central, en donde se graduó de abogado y de Doctor en Ciencias de la Educación, en la especialización de lengua y Literatura.
Dominó varios idiomas, como el Francés, las lenguas clásicas latín y Griego, y también el Quichua. Fue paleógrafo, cuyos estudios los hizo en Quito y en Lima. Estos antecedentes permitieron a Alfonso Espín lastra, realizar la catalogación de todos los libros de la Colonia, referidos a diferentes ramas o asignaturas, escritos en latín, Griego y Español antiguo, anterior a 1700, que reposan en la Biblioteca General de la Universidad Central, cuyo origen fue la histórica Universidad de San Gregario Magno. El mérito de esta catalogación titulada "Libros Coloniales de la Universidad Central" fue el de traducir los signos paleográficos y también el de traducir del Latín y del Griego, las síntesis de los distintos contenidos de obras que nutren a esta gran biblioteca, orgullo del país y Latinoamérica.
Su experiencia profesional es vasta, catedrático de las Universidades: Central del Ecuador, Católica de Quito, Estatal de Guayaquil, Albuquerque (EEUU) con sede en Quito, Universidad Tecnológica Equinoccial, Escuela Politécnica del Ejército. Fue maestro de los colegios: Mejía, Americano, La Salle, De América, Academia Ecuador, Juniorado de Jesuitas de Quito, Militar, Escuela Superior de Policía y profesor fundador del Colegio Sebastián de Benalcázar y de la Academia del Valle.
Alfonso Espín Lastra fue un maestro de vocación, que a más de entregar sabiduría y conocimientos a sus estudiantes, impartía en ellos valores de respeto, solidaridad, responsabilidad y libertad. Como gran maestro y humanista siempre respetó las diferencias políticas, ideológicas y sociales. En cada hora de sus clases se respiraba un ambiente de afecto, optimismo, alegría. Su vocación de docente y de gran ser humano hizo que siempre esté atento a los alumnos que requerían de ayuda especial frente a algún problema familiar o situación propia de la juventud, y estaba presto para acercarse ante quienes lo necesitaban. Muestra de esto son anécdotas y sentimientos de gratitud y cariño de parte de todos sus exalumnos, que no olvidan a su maestro, que les abrió caminos para ser ciudadanos de bien.
Como reconocimiento a su labor dentro del magisterio y para inmortalizar los ideales de la filosofía educativa del Dr. Alfonso Espín, basados en el afecto, porque él mismo manifestaba que hay que amar lo que se hace, sustentados en el respeto a las diferencias individuales, en un ambiente de armonía, libertad, en la búsqueda constante de la superación personal, la excelencia y la felicidad, se ha creado la Unidad Educativa Dr. Alfonso Espín Lastra, con sede en Quito, la misma que está por cumplir 25 años de fructífera labor en beneficio de niños y jóvenes.
Maestro extraordinario del idioma y de la Literatura, autor de la letra de los Himnos del Colegio Sebastián de Benalcázar y de la Universidad Tecnológica Equinoccial, amigo del arte, interpretaba el piano desde su faceta de autodidacta, fascinaba a sus alumnos con la ciencia y el arte de la declamación de versos de varios autores, o los versos de su autoría como estos del poema "Cruz de madera".
CRUZ DE MADERA
Pegada en la pared, de noche y día está una Cruz ruinosa y de madera,
sin huesos a los pies, la calavera huyese de la cruz tan triste y fría.
Un cedro o ciprés tal vez sería
la cruz que en la pared me desespera, pensando que, en su torso, una quimera durmiose y pasó dejándola sombría.
Haré con su recuerdo solitario un ara santa, mística, dolida,
sin Gólgota, sin Cristo y sin santuario.
¡y así, tú sola, insignia carcomida, Cruz tosca, te pondré sobre un Calvario, cual norte y luminaria de mi vida!
Alfonso Espín L.