Ramiro Velasco

 

Entre el molino de la familia García y el estadio de la ciudad hay un puente que era el motivo de desafío entre los guambras de la época. Las apuestas estaban dirigidas a quiénes se atrevían a cruzarlo por los bordes que enmarcaban dicho puente. El peligro era inminente y aceptábamos el reto y lo cruzábamos con mucho cuidado y en forma lenta y segura. Pero los audaces se inventaron nuevos desafíos y que era cruzarlo a la carrera y más tarde pisando únicamente una ceja que era un pequeño saliente de piedra y una prolongación de la balaustrada que formaban el puente propiamente dicho.

Los desafíos pararon cuando algún joven se precipitó al vacío, cayendo al río que pasaba por abajo y muy cerca de unas enormes piedras que adornaban el mismo. Por cierto, lo que existía debajo del puente era de carácter mágico. El progenitor de una tradicional familia otavaleña, Don Demetrio Mena, construyó su casa de vivienda debajo del puente de El Batán y esto constituía un atractivo sin límites para muchos de los ciudadanos que nos pasábamos horas contemplando, desde el puente, toda la vida que se desarrollaba en los bajos de este, porque no eran solamente las personas las que habitaban la casa sino mascotas de diferente índole, como patos y gansos que nadaban y alegraban las aguas del río y la solariega casa.

 

LEYENDA: LA BRUJA DEL RÍO

 

 

Dorys Rueda

 

 

Fuente Oral: Luis Ubidia

Otavalo, 1985 

 

En tiempos remotos, se cuenta que El Tejar era un río que hacía un ruido tremendo. La gente no podía cruzar el puente sin dejar de mirar sus aguas. Los otavaleños sabían que junto al río vivía una bruja muy hermosa y seductora, que salía siempre a las doce de la noche a espantar a los borrachos e infieles, a los que detestaba con todo su ser. Posiblemente, porque algún hombre otavaleño, ebrio y desleal, se burló grandemente de ella.

Cuando veía que los borrachines intentaban cruzar el puente, tambaleándose de un lado a otro, se les plantaba como un humanoide cubierto en llamas. Los ebrios, del terror, volvían en juicio al instante y en lugar de caminar, salían corriendo por el puente. A veces lograban cruzarlo, pero otras caían a las aguas para no volver a salir nunca más.

A los traidores, en cambio, se les presentaba de manera seductora, a medio camino del puente. Les sonreía y extendía sus brazos, invitándoles a caminar con ella. Cuando los hombres se le aproximaban, la bruja soltaba una risa estrepitosa que se oía por todo el pueblo. Los hombres quedaban paralizados del miedo. Unos terminaban de cruzar el puente, pero los más eran arrojados al río.

 

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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