Gloria Rengifo

 

A principios de los años 2000, el Movimiento Cultural "La Hormiga" seguía con su incansable labor de promoción y difusión cultural, tarea que había iniciado con gran esfuerzo y logros en la década de los 90. Esta dedicación constante había ganado el reconocimiento y cariño de la ciudadanía y las instituciones con las que colaboraban.

Durante una de las celebraciones de Semana Santa en Otavalo, la orden de sacerdotes del Jordán invitó a varias agrupaciones, incluido el Movimiento Cultural "La Hormiga", a participar en la procesión de Viernes Santo, la cual iba ganando notoriedad entre los fieles católicos. La participación consistía en presentar un cuadro viviente con un tema bíblico, que sería evaluado por los sacerdotes y el público, otorgando un premio a la mejor representación.

Este desafío era nuevo para nosotros, ya que nunca habíamos incursionado en temas religiosos. Nos pusimos manos a la obra para revisar los temas bíblicos, determinar la ubicación del cuadro viviente, seleccionar los personajes y organizar todos los detalles necesarios. El Movimiento contaba con un grupo humano multidisciplinario, entregado al hermoso voluntariado de convertir en realidad nuestros sueños y utopías. Este reto no fue la excepción y, con nuestro característico fervor, iniciamos el trabajo.

Michita Nicolalde, Nuria Rengifo, Susy Dueñas, Lieva Ceusters y todos los compañeros se encargaron de preparar el escenario en la esquina de las calles García Moreno y Roca, en el hermoso Hotel Riviera Sucre de Fredy Andrade, donde teníamos nuestras oficinas. El tema bíblico elegido fue el descenso de Cristo de la Cruz. Por esos días, un joven norteamericano muy alto, de piel blanca, pelo largo y barba castaña, llegó a Otavalo como turista y se alojó en el hotel. Pronto trabamos amistad con él y, gracias al manejo del inglés por parte de Fredy y Lieva, logramos convencerlo para que interpretara a Cristo en nuestro cuadro bíblico.

Él aceptó sin saber que sería visto por decenas de fieles que pasarían a su lado en la noche del Viernes Santo. Llegó el momento y la escena era impresionante. En medio de telones azul-celeste y riscos simulados, se encontraba un Cristo impactante cuya belleza causó una profunda impresión en la gente. Muchos fieles, hombres y mujeres, se acercaban a tocarlo y rezar junto a él. La procesión tuvo que detener su recorrido para permitir a los fieles su momento de recogimiento junto a este cuadro viviente que llenó de emoción el Viernes Santo otavaleño.

Días después, comenzamos a recibir felicitaciones de la ciudadanía y, desde luego, el primer lugar otorgado por los sacerdotes de la comunidad del Jordán.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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